La pelota está de regreso a la cancha de la Cámara de Diputados; el Senado le devolvió la reforma realizada a la Constitución a fin de desindexar el salario mínimo, que no es más que dejar de ser la referencia de unidad para fines ajenos a
su naturaleza, como lo son diversos cobros y cálculos de casi todas las cifras que en la economía corriente se hacen, para dar paso a la Unidad de Medida y Actualización (UMA).
Podría hacer uso del espacio para discutir aquellos pasos legislativos restantes, sobre los 90 días que estuvo en la congeladora, sobre las adecuaciones que hizo el Senado a la minuto original, etc. Pero prefiero comenzar con las preguntas básicas a fin de que verificar qué mensaje se le está enviando a la gente con estos cambios… ¿es suficiente que el salario mínimo en México deje de ser la unidad de referencia en nuestro país? ¿No debemos estar elevando el debate a otro nivel, es decir, cuáles serían los elementos mínimos que deberíamos estar discutiendo para quitarle tantos estorbos al salario y hacer de éste un verdadero instrumento de la política salarial?
Una de las ventajas de este paso es que se podrán establecer los aumentos del salario sin ataduras legales o administrativas, a sus defensores se les está acabando los argumentos. Sin embargo, la verdadera discusión tendrá que ser sobre cuál es el verdadero salario mínimo que debe tener la economía, si éste debe cubrir la canasta básica alimentaria (860 pesos), si podrá ser un vehículo para que los muchos millones de pobres (en cualquier dimensión) abandonen esta situación, sí se está cuidando los riesgos inflacionarios (argumento preferido de los ortodoxos de la economía).
México es uno de los países que cuenta con el más bajo salario mínimo en los países miembros de la OCDE, tan sólo Chile y la República Checa tienen un salario mínimo 5 veces mayor al nuestro, mismo que en términos reales ha perdido alrededor del 70 por ciento de su capacidad de compra, como un botón de muestra más que uno de los grandes pendientes es la política de distribución del ingreso. Porque nuestro “mínimo” así como está, es lo más antidemocrático en un sistema que lleva por bandera a la inclusión; es la letra escarlata que se aplicaba a los pobres en el medievo.
Es un tema que no es menor, que se ha venido posponiendo y que fácilmente se puede convertir en una estrategia demagógica de cara a la próxima jornada electoral para aquellos amantes de las políticas populistas. Por lo que lo mínimo del salario mínimo deberá de ser un cuidadoso equilibrio entre las fuerzas reales de la economía, esto es, la clase trabajadora a la que tanto se le debe y el sector empresarial, quien busca que cada incremento de este factor productivo esté acompañado de mayor competitividad, por ello al incrementarse el salario (real), el Estado estará cumpliendo con una de las tareas que le dan razón de ser, sino estaremos convirtiendo a México, en lo que Daniel Beil llamó: en ese Estado que se ha vuelto demasiado pequeño para resolver los grandes problemas del mundo y demasiado grande para resolver los pequeños problemas de los individuos.
Dr. Luis David Fernández Araya
*El Autor es Economista y Doctor en Finanzas, Profesor Investigador de Varias Instituciones Públicas, Privadas y Funcionario Público.
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