PEÑA ESTÁ REPROBADO

Reporte Mexico

Por mucho que se intente convencer a las personas de que cambien su percepción sobre la actuación presidencial de Enrique Peña Nieto, con eso de los porcentajes reflejados en las encuestas —donde no pasa del 50%—, a esta altura de la medianía de su sexenio, la

realidad no avanza sino retrocede.

La realidad es peor de lo que los encuestadores pretender hacer creer; o la verdad manipulada. Es cierto que los encuestólogos hacen su trabajo a petición —o del que paga manda—, pero o la muestra es muy pequeña, se selecciona al sector para una opción dirigida (como sólo a los que tienen teléfono y de la ciudad o de clase media, lo que quede de ella), o los datos finales se manipulan fácilmente. Lo peor es que se interpreten de una manera cuando la realidad sea diferente.

Pues bien. No es la primera vez que diga que Peña se volvió indefendible, no por cuestiones personales sino como jefe de Estado, porque los resultados no aparecen. O están en los escritorios (las estadísticas) de sus amigos funcionarios, o en la cabeza de los defensores-encuestadores y los medios que tratan de pasar la mentira por verdad.

Cierto que una mentira repetida mil veces termina convirtiéndose en verdad, en la percepción más no en los hechos. La realidad es terca siempre. El caso es que la indefensión de Peña se la ha ganado a pulso. ¿Qué resultados tienen en su haber? Ninguno. Para muestra un botón: el primer gran reto del Estado que es brindar seguridad a la población no tiene otra cosa que decepciones. El gobierno de Peña no está haciendo lo correcto para brindar seguridad a la sociedad.

La razón es sencilla: a estas alturas queda claro que sigue aplicando las tesis (¿o teorías?) de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012). Un contrasentido: seguir con las Fuerzas Armadas en las calles, haciendo labores de seguridad. Cuando se trata de un tema ajeno a ellas y no hay marco legal que pueda justificar lo contrario. El legislador no lo tiene. La Marina o el Ejército tampoco; es más lo piden a los cuatro vientos.

Porque la seguridad, la seguridad pública es tema de policías. No de policías y ladrones, aunque lo parezca. De una policía eficiente, ordenada, incorruptible, protectora y no acusatoria; capacitada, eficiente, cercana a la gente, por decir lo menos. De un sistema de procuración de justicia pulcro, con jueces de criterio, MP transparentes y no corruptos; una policía que no invente los delitos para llenar las cárceles de inocentes sino protectora y cercana a la gente. Que no resulten cárceles de alta seguridad en donde los presos de la más alta peligrosidad se escapen.

Ese es otro tema delicado que ha puesto en jaque al sistema de seguridad en su conjunto. Léase, claro está, el escape de Joaquín El Chapo Guzmán de donde resulta que todas las instancias encargadas de que no se escapara quedaron en entredicho, y a las más altas esferas: Cisen, Gobernación, policías de los tres niveles, sistema carcelario, etcétera.

En pocas palabras, si se habla —sobre la vertiente que se quiera—, del papel del actual gobierno en materia de seguridad, Peña reprueba porque no llega al 5 de calificación. Pero además no se trata del único reto que Peña no atiende como se debe (ya decíamos que no ha cambiado de estrategia en contra del crimen organizado). Ninguna de las reformas estructurales traerá los beneficios prometidos a los mexicanos. Eso ya lo hemos dicho antes (y no se ha repetido mil veces).

¿Que en lo sucesivo ya solo falta cosechar los beneficios? Que nos diga cuáles, porque no los vemos ni los veremos en lo que le queda a su sexenio; que por cierto políticamente ya se acabó. Los vientos sucesorios no indican otra cosa que un sexenio terminado, desgastado y sin resultados. Se trata de un desgaste prematuro. Mejor dicho, viene lo peor.

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