El debate continua entre la clase experta en materia económica, el sector académico con voz fuerte ha explicado las causas reales de la actual depreciación del peso y sus consecuencias en la economía mexicana. Las autoridades económicas han llamado a esto una sobrerreacción del mercado.
Lo que se ha asegurado es que el tipo de cambio se ajustará a la baja (¿a qué paridad?), dada las condiciones macroeconómicas del país, que si bien habrá necesariamente impactos en variables económicas, también existen efectos positivos. Desde mi punto de vista, eso le ha hecho falta a las autoridades económicas: una mejor capacidad de comunicar lo que nos espera.
Y hace falta porque en México, todo lo que suene a depreciación es sinónimo de recesión y hasta de crisis económicas, algunas generaciones así lo hemos vivido, es más, nacimos como aquella generación llamada la generación de la crisis.
En el imaginario colectivo una depreciación del peso –hay que insistir, no es devaluación porque ésta se da exclusivamente ante un tipo de cambio fijo contralada por el gobierno, en el que él devalúa- es reflejo de un escenario de crisis y es “culpa” del gobierno.
Pero hay que decirlo, las condiciones actuales sobre las grandes variables económicas no son nuevas, es decir, provienen de años atrás y que además permiten amortiguar los cambios que el mundo está viviendo.
La falta de información hacía la población proviene de una escasa cultura financiera en México a fin de entender mejor estos fenómenos, para saber diferenciarlos, para saber que en una depreciación no todo es malo. Pongo el ejemplo, puede tener impacto inflacionario, aumento en los saldos de deudas que lo hicieron en dólares, en inversión, en consumo, pero también puede traer efectos positivos como el nivel de ingreso de las familias que dependen de las remesas (hoy reciben el 25% más en valor de lo que recibían), o por vía del turismo en la que los visitantes dejan mayores divisas en México o un aumento en ingresos vía exportaciones (no petroleras), por eso estamos ante un balance con resultados mixtos. No necesariamente negativos.
Y los mercados reaccionan, porque debido a la información que se tiene los agentes toman decisiones, por eso hablar de cuándo y en cuánto quedará la paridad al final de la presente sacudida es arriesgado, porque juegan de manera particular las expectativas. Por ello, en este revoltijo de información el Gobierno debería de estar haciendo su tarea a fin de contener dichas expectativas, no sólo con un mecanismo de mayores recursos en el mercado de dinero a fin de mandar un mensaje positivo a los agentes económicos, sino que incluya de verdadera información sobre lo que está sucediendo y lo esperado. Se ha dicho desde la postura oficial que el actual no es un embate que derive de las políticas económicas internas, que no es la economía interna. Apostaría a decir lo contrario, que precisamente debido a los fundamentos de nuestra economía –con una larga lista aún de pendientes, sobre todo en el renglón del empleo, mejora en salarios reales, mayores consumos- es que nos va a permitir amortiguar mejor los golpes, es decir, al final sí es la economía, pero la interna.
Dr. Luis David Fernández Araya
*El Autor es Economista y Doctor en Finanzas, Profesor Investigador de Varias Instituciones Públicas, Privadas y Funcionario Público.
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