Señor presidente Enrique Peña, le escribo esta carta como periodista pero más todavía, como un ciudadano mortificado por la ausencia del estado de derecho que priva en México en general y que encubre episodios de todo tipo que avergüenzan y
desalientan a cualquier mexicano con un mínimo de decencia y digo un mínimo de decencia aún si admitimos que ésta pudiera tener grados.
Digo que México aún está lejos de construir y vivir en un auténtico estado de derecho, lo cual –estoy seguro de que usted lo sabe- resulta auténticamente demoledor para su gobierno y aún más para los gobernados de a pie que a diario soportamos bajo numerosas manifestaciones las repercusiones de esta sensible ausencia.
Resulta más que lamentable que el país aún se encuentre y desenvuelva bajo las condiciones de un estado jurídico precario, que inhibe el desarrollo en todas las áreas del quehacer nacional y que genera costos elevadísimos para el país. Usted, presidente Peña, sabe bien esto. Es más, me atrevo a asegurar que la gobernabilidad de México se complica en grado superlativo por esta sentida ausencia de un estado de derecho consolidado, o al menos fuerte.
Y sin embargo, en esa condición y bajo esa ausencia grave, el país se mueve, actúa y desarrolla en forma cotidiana. Esto resulta casi increíble. Al menos en lo personal me sorprende que la vida nacional discurra y aún se anote éxitos, progresos y avances en esas condiciones. Llama esto claro al optimismo y hace pensar que aún sin un genuino estado de derecho, el país persiste en la construcción de un futuro.
Sería inútil e impráctico tratar siquiera de enunciar la serie de episodios de todo tipo y dimensión que el país registra cada día como consecuencia de la falta de un estado de derecho cabal. Baste indicar que esta falencia nacional agrava los problemas, complica las eventuales soluciones y tiene costos enormes para todos y cada uno de los mexicanos.
Seré más bien práctico y preciso. Le escribo esta carta, señor Presidente, más que sorprendido ante la serie de hechos que he podido testimoniar en un microscópico ámbito de la vida mexicana. Aludo a la Confederación Nacional de Propietarios Rurales (CNPR), una organización que fue emblema de los productores agropecuarios de México y que cumplió un papel clave en diversos capítulos de la historia reciente del país, entre ellos el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
La CNPR, que en sus mejores tiempos agrupó a unos tres millones de parvifundistas que explotaban más de 60 millones de hectáreas está sumida en una grave crisis institucional debido casi exclusivamente a los abusos y tozudez de quien hoy sigue ostentando de manera ilegal el título de presidenta nacional.
Se han hecho durante meses, señor Presidente, muchos esfuerzos para que la señora María Esther Terán Velázquez cumpla la ley. Se han sostenido entrevistas con altos funcionarios de su gobierno, con diputados y senadores, con dirigentes del PRI.
También se han emprendido acciones callejeras de presión y sin embargo, señor Presidente, nada ha cambiado.
Terán Velázquez sigue vulnerando el estado de derecho y la ley que deben regir en México y que su gobierno, señor Presidente, ha prometido construir y preservar.
Cumplo mi trabajo de informarlo. También es mi deber ciudadano. (fin)
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