Al concluir lo que sería la primera parte de su visita pastoral a México, que incluyó en la capital del país contenidos oficiales de impacto histórico como el acceso al Palacio Nacional, el Papa Francisco dejó ya una impronta notable en la vida mexicana, que sin embargo podría desaparecer en unos días más cuando –como canta Joan Manuel Serrat, “el sol nos dice que llegó el final, por una noche se olvidó que cada uno es cada cual”.
Un discurso clave del Papa fue el pronunciado por Francisco precisamente en el Palacio Nacional, donde en presencia del presidente Enrique peña Nieto, los funcionarios de su gobierno, legisladores, embajadores, empresarios y muchos más miembros de la “elite” mexicana, hizo ver que “la experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo".
¿Habrán escuchado claramente al Papa los “invitados especiales” en Palacio Nacional? Y si lo hicieron ¿serán capaces de enmendar la plana? ¿Les habrá dejado algo en su conciencia primero y su acción más tarde el mensaje papal?
“A los dirigentes de la vida social, cultural y política les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino (…) ayudándolos a un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz”. ¿Así o más claro?
El Papa también habló a los obispos en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Allí pidió “no minusvalorar el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa para la juventud y para la entera sociedad mexicana”.
Añadió en su llamado a que “no se dejen corromper (obispos) por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa”. ¿Algo más?
Y en su homilía del domingo en Ecatepec, el papa Francisco habló sobre tres tentaciones que enfrentan los cristianos y "que buscan degradar y degradarnos".
"Primera: la riqueza, adueñándonos de bienes que han sido dados para todos y utilizándolos tan sólo para mí o «para los míos». Es tener el «pan» a base del sudor del otro, o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento. En una familia o en una sociedad corrupta ese es el pan que se le da de comer a los propios hijos".
"Segunda tentación: La vanidad, esa búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que «no son como uno». La búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama que no perdona la «fama» de los demás, «haciendo leña del árbol caído»".
"La tercera tentación, la peor, la del orgullo, o sea, ponerse en un plano de superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la «común vida de los mortales», y que reza todos los días: «Gracias te doy Señor porque no me has hecho como ellos»".
Pero a ver si no ocurre ahora, ya casi ido el Papa, en lo que Serrat canta: “vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas”. (fin)
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