Rubio fuera

SINGLADURA

En el tercer supermartes de las elecciones primarias que definirán las candidaturas republicana y demócrata, el senador Marco Rubio decidió tirar la toalla, pero quedan el magnate Donald Trump y su muy rezagado competidor Ted Cruz y lo peor es que no se sabe quién es el peor en las filas republicanas si el que se fue o los dos que quedan.

Por los Demócratas queda claro tras el resultado en Florida que la casi segura contendiente será la ex primera dama, Hillary Clinton, quien también tiene su historia y si no recordemos el papel que desempeñó en la tan llevada y traída reforma energética de México. No podemos suponer, conviene apuntar, que la ex senadora será mejor para México si es que llega por tercera ocasión a la Casa Blanca, aunque en ese caso pudiera ser la primera vez en su condición de presidenta de la superpotencia que aún sigue siendo Estados Unidos.

Mas el punto ahora es echar un vistazo a los republicanos y en especial a Cruz, aun cuando a estas alturas compite ya con pocas expectativas de sobreponerse a la embestida del búfalo Trump, una especie –guardando todas las proporciones-del mexicano Vicente Fox en el 2000.

Al igual que Fox en el PAN, Trump no es un republicano de cepa, pero sus cartas credenciales como empresario exitoso, su poder económico y su estilo abierto y desenfadado, más allá de los criterios estrictamente partidistas que rigen en Washington , lo colocan ya en el umbral de la nominación republicana a la Casa Blanca.

Como dijo un día John Fuster Dulles cuando ocupaba la secretaría de Estado, Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses. Así que con ese telón de fondo en claro, hay que ver que ni republicanos ni demócratas serán huesos fáciles de roer para México, menos aún con gobiernos que desde hace décadas vienen cediendo terreno propio, ya por temor, falta de pericia e inteligencia o simplemente por desdén nacional.

De Trump se ha escrito mucho y se sabe bastante bien cuál es su postura hacia México. Trump sería un valladar absoluto y peligroso, aun cuando es de suponer que toparía con la realidad, la terca realidad de un asociación forzada, asimétrica y profundamente desigual entre su país y México.

De Cruz es útil saber algunas cosas. Entre ellas su soberbia a toda prueba y su pensamiento ultraconservador, que lo identifica con el Tea Party.

John McCaine, presidencial republicano, lo ha llamado “el pájaro loco”.

Pero de cualquier forma, ya sea Trump, Hillary o Cruz, ninguno promete cosas buenas para México, cuyos gobiernos hace más de tres décadas han dejado pasar la oportunidad de construir una relación “dura” con su vecino del norte que parta de los intereses nacionales y no de las ambiciones estadunidenses.

Un ejemplo sencillo que México no se ha atrevido a seguir ni con los gobiernos demócratas y menos con los republicanos de Estados Unidos es plantear en serio una copia del llamado Plan Marshall para reconstruir Europa tras la segunda guerra.

En lugar de ello se ha optado por doblar la cerviz y agradecer la palmada a la espalda. (fin)

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