El efímero episodio con final feliz sobre el “secuestro” del futbolista mexicano Alan Pulido Izaguirre deja ver una vez más el profundo descrédito ciudadano en sus gobernantes, un fenómeno que aunque grave tampoco parece importar a éstos últimos. Los políticos de medio pelo pá arriba de este país ratifican que “no hay más ciego que el que no quiere ver”. Allá ellos. Ya lo pagarán como dice la canción.
La historia del secuestro, cuyos detalles son bien conocidos por la opinión pública, lo que hace innecesario repetirlos, activó no sólo una intensa y rápida movilización de fuerzas federales por tierra e incluso aire. Qué bueno que haya sido así, aunque no siempre ocurre esto porque en México hay de casos a casos y de figuras a figuras, o dicho de otra forma, en México nuestras autoridades actúan conforme al principio de según el sapo es la pedrada. Lástima que ocurra esto. Aún estamos muy lejos de una actuación policial y una acción judicial igualitarias para todos y cada uno de los mexicanos, lo que debe preocuparnos, más todavía a los gobernados. En un país, cualquiera que éste sea, presuntamente democrático, sería inaceptable que no haya justicia ni acción policial igualitaria. Primer punto.
Un segundo aspecto, que siguió a la movilización policiaca, fue el intento –frustrado por lo demás- del gobierno de Egidio Torre Cantú, de reivindicar como propio el mérito del rescate del futbolista a través de lo que llamó “exitoso operativo”.
¿Cuál, señor gobernador? ¿El que usted pretendió inventar para gloria de su gobierno? Aún el intento de invento resultó fallido. Lástima, señor gobernador. Otra vez será o quién sabe. Las elecciones están en puerta. Así que resulta casi seguro que lasfuerzas federales y estatales deberán esperar un largo tiempo antes de que un gobernador apresurado o muy interesado en la pompa las felicite por tan “exitoso operativo”.
Ah, pero eso si, diría el extinto Chava Flores, don Egidio –quien asumió el gobierno de Tamaulipas nomás por puro accidente fatal- se apresuró a posar al lado de Pulido Izaguirre para sacar raja política del “exitoso operativo” que puso al jugador al lado de su familia. De ese tamaño es la política mexicana, pequeña, bien pequeña.
Otro hecho asociado al caso es la versión del propio jugador sobre cómo pudo escapar de sus captores con sólo una pequeña lesión en una mano. Casi peliculesca la narración. Baste Imaginar la forma en que un simple futbolista burló a sus peligrosos captores, hombres pertenecientes al denominado mundo criminal. ¡Qué valiente, Pulido! Imagino que esta vez sus piernas fueron infinitamente más útiles que lo que hayan sido en toda su vida, incluyendo la que ha pasado en las canchas de futbol.
Por supuesto, no faltaron las puyas del descrédito en las redes sociales. Corrió la versión de que el “secuestro” de Pulido Izaguirre fue un mero ardid para levantar el alicaído ánimo de los votantes para favorecer al PRI a pocos días de los comicios. Vaya imaginería popular nutrida jugosamente por el descrédito de los políticos del país, así a estos no les importe. Por ahora.
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