No hay obra más valiosa en la construcción de gobierno que los hechos. La manera de medir el desempeño de lo público es con las acciones de gobierno.
Gobernar sin evidencia, sin un dato duro es la muestra de no saberlo hacer. Pero no puedo ir solo, súmele usted a la ecuación atributos como la tolerancia, la diferente visión de los sectores, mecanismos para atender y atemperar las demandas, como una muestra de los valores básicos de la democracia. Porque querer gobernar en sociedades abiertamente divididas conlleva a su falta de desarrollo.
La política es la suma de procedimientos para atemperar conflictos y tiene para ello, entre otras herramientas a las políticas públicas. Gobernar únicamente con percepciones, con postverdades es llevar al precipicio lo que se ha ganado, gobernar sin evidencia, por corazonadas, es muestra que no es lo mismo gobernar que vivir la comodidad que provee el discurso desde la oposición. Es confundir al Estado con el gobernante.
En momentos de incertidumbre tomar decisiones sin evidencia, que solo confunden, desorientan y que generan un ruido en la sociedad, demuestra la falta de claridad para gobernar. Anteponer la política (electoral) a las otras prioridades hace que los gobiernos fallen. Inevitablemente.
Las señales encontradas, o son por desconocimiento o lo son por estrategia política, pero cuando en la estrategia predomina la política (la simple y llana búsqueda del poder), es la antesala de un gobierno fallido. No hay prudencia, mesura, autoevaluación, visión de futuro, se gobierna en el pasado, con medicinas del siglo XX para problemas del siglo XXI y este ciclo de repetición, de reproducción de lo incorrecto termina costando vidas.
Reproducir lo incorrecto en tiempos de incertidumbre social, solo acentúa la falta de convicción para gobernar. Agréguele usted otra de las sorpresas de este fenómeno: está durando más para desfortuna de todos. Pero no responder con verdadera coordinación, involucramiento de sociedad, de las empresas, de grupos especializados, sin articulación de las políticas públicas, su erradicación será más complicada, hay gobierno pero no gobernanza. El ser unilaterales en tiempos de emergencia solo denota la incapacidad para entender a los gobiernos modernos, a las demandas de las democracias modernas que siempre son más colaborativas.
Si el gobierno opta por no cuidar su administración pública, desde el nivel de burocracia en la calle, del ejercicio real del gobierno, de quienes aplican todas aquellas grandes decisiones que son tomadas desde la comodidad de las salas de juntas o desde los escritorios, y comienza por sacrificar a su línea de operación, no entiende el concepto de la acción de gobierno, está reproduciendo lo incorrecto.
Estos momentos exigen construcción seria de diálogos y acuerdos en conjunto, porque si se queda en la foto, en la estadística, si no se aprende o no se quiere distinguir entre el dato y el conocimiento para generar respuestas públicas no se habrá entendido nada. Evitar el debate no salvará a nadie.
Lo anterior es una percepción del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, estoy cierto que en México estamos a tiempo de no reproducirlo.
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Eduardo López Farías es economista, maestro y doctor en Administración Pública, ha realizado dos estudios postdoctorales en España y actualmente se encuentra realizando un tercer postdoctorado.