“Son lo mismo, hacen lo mismo y tienen los mismos resultados”: Rutilio Ortíz García.
El 20 de julio, hace dos días, un puñado de políticos se dieron cita en un hotel de la ciudad, el objetivo del encuentro era ofrecer una conferencia de prensa
para dar a conocer la integración de un frente para la renovación política del PRI.
Un gran amigo mio analista político, académico, Doctor en Estudios de Transición Democrática, se acercó y le dijo: “Estamos asistencia al fin del PRI”. Su sentencia me pareció prematura hasta que empecé a escuchar el mensaje de uno de los personajes en la mesa llamada presidium.
El hombre dio lectura a un discurso escritorio que no decía nada, se dirigía al vacío, con una autocrítica echeverrista, anacrónica y deshilbanada. Contradiciendo lo que un orador antes había sentenciado ”queremos el cambio de la dirigencia y su comité nacional” y el otro decía “ no estamos contra el presidente ni los integrantes del comité ejecutivo nacional”. Un acto, dos mensajes y ningún aplauso.
El marco del evento no fue la calidad democrática del partido, el desempeño de la fracción parlamentaria de los diputados en la legislación que está por morir. Tampoco hubo una reflexión sobre el manejo de la pandemia, el uso de los programas sociales y la conducta presidencial después de las elecciones.
Terminada la sesión de preguntas sin respuestas, de fotos, poses, sonrisas y y saludos al viejo estilo, el grupo de personajes y otros más fueron a beber un café para repasar los logros y organizar lo que sigue.
¿Qué sigue?
El vacío político, la nada en la comunicación, el sin sentido en el diálogo con la base militante, por la que muchos hablan pero nadie escucha.
Son un puñado de una élite que añora su influencia, el andar por los pasillos del poder, el dar instrucciones como órdenes divinas y sentenciar que lo acordado ha quedado guardado en la cofradía de lo inmovible, lo eterno, lo sentenciado. Extrañan el aroma de las oficinas donde dictaron y acataron instrucciones, por ejemplo, como para desaparecer a una Compañía Aseguradora. La nostalgia de ser llamados diputados de las legislaturas que desaparecieron el ejido, la separación de la iglesia y el Estado.
Qué tiempos aquellos, en esos viven, ahí se estacionaron, quedaron estancados.
Fernando Lerdo de Tejada y José Encarnación Alfaro trataron de imprimir modernidad y análisis. No fue suficiente. La innovación de Fernando y la voluntad democracia de José fueron relegados por una maquinaria de los años setenta que los desplazó. Así quedó el frente, como un muro que divide, no oye, no habla, no interactúa. Algunos militantes tendrán que sacar la pintura y trazar en el muro “Primero cambien las formas para influir en el fondo”
Y mientras esa representación endógena se placeaba, el joven Martí Batres y su carnala Claudia Sheinbaum decidían cómo liquidar el presupuesto participativo para que las futuras Alcaldías no operen con los comités de participación ciudadana.
Que siga el PRI mirando sus entrañas, para los temas de la ciudad, esa política no pasa por sus intereses de clase ni de dogma.