A los 14 años, recuerdo que una vez mi madre, con tres mujeres y un varón como hijos, nos educó: “En esta casa somos como una cooperativa, todo él
mundo coopera a los deberes de la casa”, es decir, “todos lavarán platos, todos plancharán su ropa, todos ayudarán a limpiar la casa” ... Y agregó, “Hijas, hijo: Si ustedes quieren ayudar a su hermano y a su papá, planchándoles la ropa o haciendo algo que a él o a ellos les corresponda, no es su obligación. Pueden ayudarles, pero, reitero, no es su obligación”.
¡PUM!, en ese momento mi vida cambió radicalmente. Mi visión del mundo se amplió. Nunca me he sentido menos o inferior a ningún varón. Toda mi vida ha sido una constante para competir en igualdad de circunstancias, por capacidad, nunca por género. Mi papá también me dijo, estudia y prepárate todo lo que puedas. Será la forma como puedas enfrentarte al mundo y ganar un puesto o alguna posición. Dicen mis hermanos que eso nada más me lo dijo a mí. Sea como sea, las cosas, como las recuerdo, fueron así.
Hoy a mis 61 años me doy cuenta de lo poco que las mujeres hemos avanzado en este tema. Por ejemplo, y como en algún momento lo mencioné en algún video, poco a poco me enteré, que cuando nací, las mujeres aún no lográbamos el derecho al voto. Nací en 1961 y el derecho al voto en México para las mujeres se estableció en 1974, en la época de Echeverría. Antes no tenía derechos políticos. Como era niña no lo percibí gravemente. Hoy me doy cuenta de que fue algo muy importante.
También recuerdo que, en 1980, promovieron a un compañero que tenía menos experiencia que yo. Es más, al que tuve que enseñarle, solamente por ser varón. También recuerdo que la primera vez que me quejé con algún jefe que tuve de un acoso laboral fue alrededor de 1985 o 1986. Mi jefe, en aquel entonces, habló con la persona y todo siguió en paz y en calma. Tuve jefes que no me apoyaron y que también “me liquidaron” cuando les fue posible, al menos en dos empresas donde presté mis servicios.
Por el año 2005 fue la primera vez que incursioné escribiendo en un diario en Ensenada, Baja California (El Mexicano), mi opinión sobre el día de la mujer. Nunca he callado sobre lo que pienso o sobre cómo actúo. Lo que entristece en el 2022 es que muchas mujeres, pelean sin saber por qué pelean. Luchan, sin conocer historia. Combaten, pero no saben a quién o quiénes deben combatir. Andan perdidas en la historia y en el espíritu real de lucha.
A mí de nada me sirve tener legisladoras que llegaron a un cargo público por igualdad de género, pero no establecen leyes que ayude a lograr la equidad de género. A mí de nada me sirve, tener legisladoras gritonas que arman shows, pero que nada hacen por la igualdad de oportunidades. Quiero dejar muy claro. La lucha no se trata de ser mejores o superiores al hombre.
Se trata de que nos consideren por igual ante una oportunidad laboral. Que no importa si es hombre o mujer, pero que se observe y valide la capacidad de cada uno y que se seleccione al mejor candidato. No me importa perder si es mejor que yo. Cuando pierdo y sí me importa es cuando únicamente haya sido elegido por su condición de hombre y no por su capacidad para conocer, enfrentar y resolver problemas laborales o de cualquier otra índole si yo sí estoy preparada para ello.
También se trata de que si una mujer denuncia un acoso, nos hagan caso y no nos castiguen por haberlo denunciado. Más aún, la mujer NO debe quedarse callada y denunciar 20 años después. Si yo lo pude hacer desde 1985 con resultados buenos y malos, no sé por qué muchas no pudieron hacerlo sino mucho, pero mucho tiempo después.
Se trata de que si una mujer va al ministerio público a denunciar un maltrato físico o mental, o peor aún, una violación, nos hagan caso y existan leyes que nos protejan y no nos sometan o nos obliguen a mantenernos calladas. Se trata de que se entienda que si una mujer dice que NO ante una insinuación o insistencia de algún hombre, el hombre entienda que es NO, se esté en el momento que se esté, o en el lugar que se esté. Se trata de no recibir golpizas por decir que no. Se trata de que los hombres dejen de pensar que la mujer es propiedad del hombre. Se trata de que NO NOS MATEN POR SER MUJERES.
Eviten malentenderme. Las mujeres tampoco debemos agredir al hombre por ser hombre. Somos iguales y si exigimos respeto, entonces las mujeres debemos ser capaces de respetar al hombre.
Mi pregunta es ¿México, sus legisladores, los opinadores, periodistas y demás comunicadores, conocen estas argumentaciones? No lo sé, por lo que observo, pocos y pocas lo saben. Pocos y pocas lo comentan. Y eso, en el 2022, es verdaderamente lo que me entristece.
Linda L. Esponda (CDMX, 1961)
Traductor perito. Miembro de la SOGEM. Ha participado en diversos recitales y encuentros poéticos y literarios entre los que se encuentran, “Las Mujeres Hablan”, “Eje Central Esq. Con Independencia”, “Encuentro con Poetas Chilenos”. Ha publicado sobre diversos temas tanto financieros como políticos en el diario “El Mexicano” en Baja California. Participando en programas tal como Disyuntiva TV proporcionando cápsulas relacionadas con el sector financiero o del 8 de marzo, día de la Mujer. Impartiendo diversos talleres literarios como, Curso-Taller de Creación Poética, El Fondo de la Forma, Análisis Literario desde el siglo XIX al siglo XXI.
Autora del libro Rojo Caín (inédito) (Prólogo por Don Carlos Monsiváis), Cicatriz de Luna (entre otros).
En la actualidad imparte cursos y talleres tanto poéticos como de narrativa, como de Ensayo, y labora como bróker para los bancos más importantes de México, en área de Crédito Hipotecario.