El poder renovador de la reforma fiscal

opinión

La propuesta de reforma fiscal del presidente Peña puede ser la piedra de toque que renueve a la sociedad mexicana. Hasta ahora, el país ha vivido, en grande medida, de la renta petrolera. Tal circunstancia ha tenido un efecto sumamente perverso: ha perpetuado el viejo orden corporativo y patrimonialista y, consecuentemente, ha convertido en mera formalidad a la libertad política.

El gobierno ha sido dispensador de favores, dádivas y privilegios a cambio de obediencia, sin distingo del partido que se encuentre en el poder local o federal. Las clases empresariales, en su mayoría, prosperan de rentas monopólicas y de generosas exenciones de impuestos, y el resto de la población vive o subsiste de pequeñas prebendas y empleos o en la informalidad, en donde los “programas sociales” soportan a ingentes clientelas políticas.


La reforma fiscal elimina muchos privilegios. A partir de ahora el gobierno tendrá un costo efectivo sobre el bolsillo de parte importante de mexicanos, en especial de los hasta ahora sectores privilegiados. Este hecho puede tener un efecto renovador en la política: los que hoy ruegan por privilegios al gobierno (Ejecutivo y Legislativo), que puede prodigar gracias a la renta petrolera, empezarán a exigir cuentas y resultados del cobro de impuestos. Los papeles se invertirán: los mexicanos pasarán de súbditos a ciudadanos, y el gobernante tenderá a dejar de ser el mandamás para convertirse en servidor público. Claro, no es un proceso automático, pues hay que luchar contra una cultura servil milenaria. Pero cómo duele la autonomía: por aquí y por allá se llora la inminente pérdida de prerrogativas, y se grita y amenaza fuerte.


Otro posible beneficio de la reforma fiscal es que el fin de los privilegios fiscales puede revalorar la política: forma por excelencia de convivencia cívica de todas las clases sociales. Si actualmente la forma de obtener rentas del gobernante es en “lo oscurito” –el cabildeo en los despachos de los políticos–, en adelante se tiene la oportunidad de que los asuntos de la República se ventilen en la plaza pública. Alexis de Tocqueville en El Antiguo Régimen y la Revolución prueba cómo los privilegios fiscales de los poderosos confrontaron y dividieron a los ciudadanos, cancelando la coexistencia pacífica: “entre todas las formas de distinguir a los hombres y discriminar las clases, la desigualdad de los impuestos resulta la más perniciosa y la más apta para añadir el aislamiento a la desigualdad, y hacer, en cierto modo, incurables a uno y a otra”. La reforma fiscal es una oportunidad para mejorar la democracia.