Este año México se ha caracterizado por la ingobernabilidad y la indolencia de las instituciones gubernamentales. Así grupos subversivos como la CNTE que disfrazados de “pseudo-maestros”, bajo la bandera de la defensa de causas gremiales, toman las carreteras y medios de comunicación del suroeste del país; pretendiendo doblegar la
soberanía estatal y abrogar una reforma constitucional que, independientemente de sus alcances, pone un alto al abuso grosero de canonjías y privilegios por parte de dirigencias sindicales. El gobierno ha cumplido con prácticamente todas las exigencias que le han planteado sin que la CNTE ceda, siquiera un ápice, en la liberación de carreteras.
Estos personajes siguen asfixiando la economía local de Oaxaca, Michoacán, Chiapas y Guerrero, sin que el gobierno realice algo por salvaguardar la libertad y derechos de los habitantes de estos estados de la República. Lejos de eso, ante el llamado reiterado de las organizaciones empresariales para restituir el Estado de Derecho en estas entidades y la amenaza de dejar de pagar impuestos, la respuesta de la Secretaría de Hacienda fue implacable: se sancionará a quién deje de cumplir con sus obligaciones fiscales; dejando patente que la ley se aplica a rajatabla a quienes cumplen, y se le dispensa de su observancia a otros que reiteradamente la ignoran.
Por otro lado, observamos a las organizaciones religiosas –como la Iglesia Católica– que reiteradamente irrumpen el marco constitucional, al incidir en los procesos electorales, utilizan la religión como mecanismo de promoción política, sin que las instancias gubernamentales ejerzan y apliquen la normatividad que impide estas funestas prácticas, que históricamente han hecho mucho daño a México. Utilizan organizaciones sociales nacionales de rancio conservadurismo y sus filiales en Estados de la República, para ser sus alfiles en los embates frontales contra las políticas públicas en materia de educación, igualdad y tolerancia hacia la diversidad, con lo que hacen a la “laicidad del Estado” un mero recurso discursivo, sin fondo ni contenido, olvidando con ello las lecciones que la historia nos ha dado como nación.
Y ni hablar del notorio incremento de la violencia y el avance de las organizaciones criminales en varias entidades de la República que, pese a los esfuerzos de comunicación por ocultarlo, sigue siendo un tema de gran presencia y preocupación para los mexicanos.
Hoy por hoy la “prudencia política” ha excedido los límites de la tolerancia y de la razón. El Gobierno ha declinado ejercer sus funciones institucionales en pro de privilegiar el cuidado de la imagen personal y política de los funcionarios, en demérito del orden y el Estado de Derecho. Por más explicaciones que intentan dar; por más teorías y conspiraciones que filtren hacia los medios de comunicación, lo cierto es que hace falta gobierno y eso, lamentablemente, también suma al incremento del “mal humor social”.
@AndresAguileraM