Charles Maurice de Talleyrand-Périgord, Político y Diplomático Francés, ha sido uno de los claros ejemplos del político cortesano y acomodaticio, cuya capacidad de mantenerse en el poder, a costa de la incongruencia, lo hicieron referente del cinismo
en la clase política. Así como él, han habido muchos ínclitos personajes de la política –tanto en México como en el mundo– que, sin su talento diplomático ni para las cuestiones de Estado, se dedican a saltar de un lado al otro del espectro político para mantenerse dentro del presupuesto del erario público.
Este es un tema que no es nuevo, por el contrario, ha sido constante en la vida de los Estados Modernos. La capacidad camaleónica de muchos personajes para mantenerse dentro del poder público se transforma en una carrera plagada de incongruencias, mentiras, engaños y traiciones. La lealtad es con los privilegios del poder; aunque en ello se vayan al traste principios, ideologías, afectos y endeudamientos.
Ese arte de saberse capaz de acomodarse, los hace sentirse sabedores de una habilidad excepcional para ocupar cargos públicos. Se pavonean de haberlo logrado; se autoproclaman “grandes políticos” cuando, en realidad, son serviles a las circunstancias y a las condiciones del momento, lo que sólo requiere de estar pendientes de la oportunidad para soltar zarpazos y puñaladas traperas.
En esta lógica habremos de ver a muchos “grandes políticos” que, por azares de las circunstancias, se transformarán en funcionarios públicos transexenales y que, pese haberse confrontado por “posiciones ideológicas”, pueden servirle a cualquier régimen o personaje.
Ejemplos vemos con declaraciones contrarias y apoyos a los punteros en las encuestas hacia la elección presidencial del año 2018. Quienes fueron enemigos jurados, se volverán aliados incondicionales y fanáticos convencidos de quien ostente el poder.
Las desbandadas de los partidos políticos ya han iniciado. Ya sea derecha, centro o izquierda, observamos a muchos personajes que antes eran inmolados en sus declaraciones de principios y estatutos partidarios, hoy como renuncian a sus militancias de décadas, con tal de ser “candidateables” a ocupar carteras públicas; u otros tantos que se destacaban por su servilismo hacia las cabezas políticas, como reniegan de sus orígenes y otrora patrones, con tal de permanecer dentro de la nómina gubernamental.
Veremos cosas peores –dice la Biblia– y seguirán los acomodaticios brincando al club de la incongruencia y el cinismo que hoy, desafortunadamente para nuestro país, se está volviendo tónica común de las cuestiones de la República.
@AndresAguileraM