El fin del 2017: la antesala de la Guerra Electoral

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Estamos a unas cuantas semanas de concluir este vertiginoso 2017. Ha sido un año en el que —quiérase reconocer o no— la vorágine político-electoral ha marcado el rumbo de la información. Desde el primer día del año, las decisiones adoptadas por el Gobierno han sido utilizadas como misiles políticos para desestabilizar y deslegitimar —aún más— la administración del Presidente Enrique Peña Nieto.

Quiérase o no aceptar, la falta de pericia política, aunada a la constante y permanente crítica —la mayoría fundada— y aderezada con penosísimos escándalos de corrupción que han caracterizado a la clase política durante este sexenio, han hecho que una administración que llegó con altos niveles de aceptación, se convirtiera en una de las más vilipendiadas, criticadas y despreciadas por la mayoría de los mexicanos.

Cierto, la disminución en la popularidad y legitimidad de cualquier grupo político que llega al poder es natural y comprensible, pues su ejercicio invariablemente desgasta a quien lo detenta y lo ejerce; sin embargo, el gran declive de esta administración se presentó de forma prematura, derivada de dos situaciones sumamente penosas y gravosas para la ciudadanía: el escándalo de la “Casa Blanca” y la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Isidro Burgos en Ayotzinapa, Guerrero.

Ambas circunstancias fueron terriblemente mal manejadas por el equipo político de Los Pinos —gran debilidad y deficiencia del Presidente— y, como consecuencia, a partir de este momento, la popularidad y legitimidad del Jefe del Estado Mexicano, sufrió un terrible golpe en línea de flotación, mismo que ha sido utilizado —sin misericordia— por los adversarios políticos para recoger los frutos junto con los adeptos y simpatías con las que el Presiente contaba.

En esta lógica, y debido a la pérdida de legitimidad y afinidad social, la sucesión presidencial se anticipó y desató la fiereza político-electoral tanto de los partidos políticos como de los intereses de oposición a la administración. De este modo las redes sociales y los medios de comunicación han servido de instrumento para atizar la hoguera del desencanto, el encono y la desilusión, a efecto de transformar las antipatías hacia el gobierno, en empatías tanto para cierto personaje, como para los movimientos políticos antagónicos al titular del Ejecutivo Federal. Todo ello en una elaborada estrategia político-electoral que desembocará —sin lugar a dudas— en una de las elecciones más feroces, enconadas y cuestionadas de la historia moderna del país.

Este 2017 que termina, es sólo la antesala de un año políticamente vertiginoso, agresivo y sumamente complejo para el futuro del país. Las semanas que le restan serán las últimas en las que habrá otro tipo de información ajena a las jornadas electorales. A partir de enero del 2018, los reflectores se centrarán, primordialmente, en los temas político electorales y la incidencia de los escándalos venideros en los mismos. México se acerca, peligrosamente, a otras elecciones más, que —desgraciadamente— estará caracterizada por la manipulación, tanto del gobierno como de sus opositores, que lamentablemente, ante la falta de ideas, ideologías, principios y propuestas, tendrá su temática en las ramas del encono, el odio, el miedo y la desesperanza.

@AndresAguileraM