Los deudos del sexenio

El Estado y sus razones
Hace seis años, muchos vislumbramos —con gran ingenuidad y esperanza— un cambio de rumbo del país que estaba sumido no sólo en la inseguridad y la
violencia; donde se percibía un ambiente de notoria corrupción y de ineptitud gubernamental, a la par de la gestación de lo que, a la postre, se transformaría en el “mal humor social”.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) se había erigido como el gran triunfador de la elección del año 2012. Recuperaba la Presidencia de la República tras doce años fuera de las oficinas presidenciales, teniendo a la cabeza a un joven Enrique Peña Nieto, cuya imagen y propuesta de oposición a los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón, habían sido puntal de su campaña política, así como el retorno del “control” que presumían tener los priístas del país cuando gobernaron, fueron las propuestas que mayor eco tuvieron entre la población.
Desgraciadamente, las expectativas fueron muchas y, por desgracia para los mexicanos, los resultados —al menos en percepción— fueron pocos. En materia de seguridad, la violencia se recrudeció en todo el territorio nacional. El crimen organizado y su perniciosa influencia incrementó presencia en territorios donde, antes del 2012, reinaba la paz y la tranquilidad. Por otro lado, la corrupción —justa o injustamente—, aunada a la grosera frivolidad, dispendio e ineptitud, se volvieron características icónicas de esta administración. Los penosos escándalos en que se implicaron desde el Presidente de la República, Secretarios de Estado hasta gobernadores y legisladores, sumada a la muy deplorable —y displicente—respuesta ante ellos, atizaron el fuego de la desesperanza, lo que recrudeció el rencor, la frustración y el enojo, lo que generó un inevitable hartazgo.
De este modo, la sociedad mexicana, en su totalidad, se volvió uno de los principales deudos de este sexenio. La seguridad, principal queja de muchos mexicanos, no pudo brindarse a cabalidad, por el contrario, la violencia aumentó y los focos se agudizaron, al tiempo que la confianza en las instituciones públicas —incluidas aquellas con gran legitimidad, como el Ejército y la Marina— se fue perdiendo a niveles jamás antes vistos.
Otro de los grandes deudos de esta administración, sin lugar a dudas, es el PRI que, después de haber sido el instrumento que le permitió a Enrique Peña Nieto y su grupo político acceder a la máxima magistratura del país; de haber sido el partido con mayor representación en México, hoy cayó a los niveles más bajos de aceptación del electorado mexicano. Jamás en su historia el partido de la “Revolución Mexicana”, había tenido tan malos resultados electorales, pues fue —sin lugar a dudas— recipiendario directo del desprecio a esta administración y sus magros resultados. Su credibilidad y aceptación se fue a los suelos, producto innegable de la baja popularidad del Presidente de la República.
Así, se muestran ante una realidad innegable: esta ha sido la administración más impopular que ha tenido el México moderno. Sus acciones, aciertos y desaciertos, serán juzgados por la historia. A la postre, ya veremos que lugar ocupa en ella. Por lo pronto hay dos grandes deudos que no perdonan, al menos en un corto plazo, los errores y fallas que, a primera vista, resultan evidentes y que generaron heridas profundas y difíciles de sanar.
@AndresAguileraM