En la medida en que se acerca el fin del sexenio de Enrique Peña Nieto, la presencia del Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador, cobra mayor
relevancia en la vida del país. Sus actos, presencia, declaraciones y acciones se tornan cada vez más relevantes, tanto para la gente esperanzada en su proyecto, como para los factores reales de poder, cuyos hilos e intereses están —directa e indirectamente— vinculados con el actuar que desempeñarán las instituciones gubernamentales en el futuro.
Ante este escenario, las condiciones del político carismático y principal líder opositor de izquierda del país, han sido rebasadas por la realidad. Hoy su persona, vida, condición y acción públicas son cuestiones que impactan —en positivo y negativo— en la vida del país. A partir de ahora es quien tiene la responsabilidad del destino de más de 120 millones de personas pues será el Jefe de Estado y autoridad máxima en términos de nuestra Constitución Política; quien defina la política económica de la nación; y quien —en suma— será el vértice político del país durante los siguientes seis años. Por ello su vida, seguridad, acción y dichos son temas de primera importancia de la Seguridad Nacional.
Su responsabilidad es tan grande que ya no es dueño único de su actuar; son temas que rebasan a su persona y a su simple voluntad, pues a partir del 1º de diciembre de este año será Jefe del Estado Mexicano, que es —entre otras cosas— la 16ª economía global; el primer productor de plata; la 14ª reserva mundial de petróleo crudo; el sexto país con mayor turismo y, —aunque cada vez menos claro— parte fundamental de uno de los bloques comerciales más importantes del orbe y principal socio comercial del país con el mayor poderío militar del orbe. Por tanto, nuestra nación y su futuro son de gran importancia para la vida económica, política y social del planeta y, en consecuencia, también lo es su Presidente.
En este orden de ideas, la condición de su integridad personal, junto con la necesidad de contar con una orientación militar profesional como mando supremo de las Fuerzas Armadas Mexicanas, se torna en una cuestión prioritaria para el país. Por ello, que desde que México es una República Independiente, el titular del Ejecutivo cuenta con un cuerpo militar especializado llamado Estado Mayor Presidencial, cuya principal función es resguardar la integridad personal de quienes tienen bajo su mando el gobierno del país y auxiliar al Comandante Supremo de las fuerzas armadas, en cuestiones técnico-militares. Está muy lejos de ser —como se ha pretendido calificar injustamente— una simple ayudantía o cuerpo de guardaespaldas. Es un órgano de alta especialización militar, cuyas funciones son prioritarias para el desarrollo de la vida de la República.
Por lo anterior, hago votos por que el Presidente López Obrador reflexione respecto a la desaparición de este importante organismo técnico-militar, pues reviste importancia táctica para el desempeño de su función, al tiempo que cumple funciones de seguridad que sólo la disciplina y marcialidad militares permiten se lleven a cabo con lealtad y patriotismo. Dejar esta función en manos de civiles sería, por decir lo menos, un riesgo no sólo para su integridad personal, sino para la vida de México en su conjunto.
@AndresAguileraM