Ya son más de cuatro meses desde que el COVID-19 llegó a México y, como se ha comentado con antelación, sus efectos ya se hacen sentir en la sociedad mexicana.
Según las cifras oficiales, hay más de 300 mil contagiados y poco más de 35 mil defunciones derivadas de la pandemia, aunque, recientemente, las afirmaciones de las autoridades de salud son sumamente cuestionadas por la opinión pública.
Según un estudio realizado por la Dirección de Estudios Económicos de Citibanamex, del que da cuenta Eduardo Sojo desde su cuenta en Twitter el día 13 de julio del año en curso, desde el levantamiento del confinamiento decretado por la autoridad federal a principios de este mes, se presentó un incremento promedio de más de mil casos diarios. Este estudio también precisa que, si bien es cierto la tasa de crecimiento diario de fallecimientos por COVID-19 disminuyó a 2.0%, aún representa el doble de la correspondiente para el país mediano 103 días después de su décima muerte.
Ahí, hace referencia a los análisis de Jonathan Heath, destacado economista mexicano y subgobernador del Banco de México, sobre la tasa de desempleo extendida, que incluye a los desocupados más los disponibles para trabajar del 33.3%.
También refiere que el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica a México como uno de los países con mayor caída en su producción, por debajo —incluso— que Brasil, Estados Unidos y los países europeos, como parte de los estragos derivados de la emergencia sanitaria.
Por otro lado, menciona que, Citibanamex, por la caída sistemática de la inversión, estima que el Producto Interno Bruto (PIB) de México no volverá a su nivel de 2018, sino hasta dentro de siete años.
Por último, hace un llamado a la corrección de la política económica, ya que, de no hacerlo —precisa— estaríamos en un escenario similar al de la gran depresión de 1929.
Ante este escenario —sumamente complejo para el desarrollo del país— es más que necesaria una redefinición y puesta en marcha de una política económica de emergencia, que deje de lado la práctica de autorregulación económica —que parece más bien abandono de las facultades gubernamentales—, para dar pauta a una verdadera estrategia de recuperación, dirigida y encausada por el gobierno. Que deje afuera los dogmas ideológicos y que aplique, pragmáticamente, acciones audaces que resuelvan los problemas que la pandemia ha dejado a su paso; principalmente la grave afectación que está viviendo la población.
La ideología sirve, en su forma virtuosa, para definir principios y objetivos que ayudan a dar rumbo a las acciones de gobierno; cuando se vuelve dogma inamovible pervierte su naturaleza y, en consecuencia, genera problemas y ahonda las diferencias, lo que aleja las posibilidades de cumplir con los nobles objetivos trazados y las promesas de bienestar ofrecidas, que brindaron confianza en el electorado y el respaldo popular del que se alimenta la legitimidad.
@AndresAguileraM