El proceso electoral ha concluido. Ahora vendrá el periodo de impugnaciones ante la autoridad electoral jurisdiccional y se procederá a integrar la Cámara de Diputados, los congresos locales,
las recién electas gubernaturas, ayuntamientos y alcaldías. Las administraciones serán un periodo con diversos obstáculos que, por el bien de la gente, deberán ser sorteados, atendidos y resueltos por las autoridades recientemente electas; para ello, la política, esa de “a de veras” y no a lo que “nos han acostumbrado” es más que indispensable.
El arte de la política estriba, básicamente, en tener la habilidad de poder convencer a los contrarios que las ideas que se enarbolan y las acciones que se emprenden, tienen la finalidad de lograr un bienestar general que es, al final del día, el objetivo primordial del gobierno. Para ello, el diálogo, la negociación y el consenso, son procesos más que necesarios para lograr los acuerdos mínimos y así permitir, además de la operación cotidiana de las instituciones públicas, condiciones de bienestar para las personas y su entorno.
De este modo es como la democracia funciona. Sin imposiciones ni sometimientos, idílicamente se desarrolla en condiciones de igualdad, en donde se permite que las ideas, principios e intereses sean representados, atendidos y escuchados; mientras que, para su materialización y ejecución, se valoran su viabilidad, necesidad y urgencia, al tiempo que se precisan procedimientos para su posterior revisión y valoración. Estas condiciones generan equilibrios que impiden que las voluntades unívocas se impongan sobre las demás, lo que garantiza —de cierta forma— la equidad en el actuar de las instituciones gubernamentales, además de la delimitación en el ejercicio del poder político.
Son mecanismos que producen los equilibrios necesarios para evitar vicios y prácticas absolutistas y tiránicas que, a lo largo de la historia de la humanidad se han presentado y que han demostrado ser atentatorias contra la vida, la libertad de las personas y hasta la razón misma. En otras palabras: aún y cuando el sistema democrático sigue presentando notables deficiencias, lo cierto es que sigue siendo el más equilibrado en cuanto a su naturaleza política, aún y cuando su praxis implica huecos en los que pueden encontrar cauces diversas tendencias oligárquicas y absolutistas.
Amplios sectores de la sociedad mexicana se pronunciaron, en las urnas, por retomar el cauce democrático y de necesario entendimiento entre quienes forman parte del sistema político nacional; sin embargo, esta es una oportunidad que no tendrá otra similar, al menos en el corto plazo, pues es una exigencia social que este restablecimiento de equilibrios de frutos palpables y sensibles para la gente en el corto plazo, lo que dista mucho de ser una tarea sencilla, por el contrario, habrá de imperar el espíritu patriótico sobre los intereses partidarios, de grupo e individuales para que esto pueda materializarse.
Si se atiende y entiende adecuadamente el mandato de la gente en las urnas, podríamos estar en condiciones para retomar no sólo el cause democrático del gobierno, sino que podríamos generar, como nunca antes, nuevas condiciones de bienestar para las personas, acordes a los tiempos que se viven en México y en el mundo, para garantizarle mejores condiciones de vida a las generaciones venideras.
@AndresAguileraM