Políticamente, este mes es de informes y rendición de cuentas. Los discursos se centran en los éxitos de las gestiones y ensalzar las diferencias con las
administraciones anteriores, la forma de gobernar, los mecanismos utilizados para cumplir las metas y, sobre todo, demostrar que han sido mejores.
Sin duda, cada administración genera aportes para la ciudadanía en mayor o menor medida que otras. Las ciudades, municipios y estados han ido evolucionando, creciendo y desarrollándose sí, por el aporte de todos, pero también gracias a la dirección que cada gobierno y gobernante le imprimen, con base en las políticas públicas que implementan, priorizadas sí en las necesidades del colectivo social, pero también en su idea de bienestar y desarrollo.
Indudablemente la dirección de gobierno y de quienes dirigen las instituciones públicas, son las que marcarán las diferencias entre una y otra administración. Es el “estilo personal de gobernar” lo que las diferencia más que las acciones, ya que son consecuencia inmediata de la idea de país que cada dirigente tiene.
En este orden de ideas, para poder cumplir con sus objetivos y pretensiones, requieren, esencialmente, de una estructura y andamiajes consolidados que permitan una planeación adecuada y que, a su vez, generen una ejecución perfectamente sincronizada que materialicen todos aquellos ofrecimientos de campaña y que, en teoría, fueron lo que les brindó el triunfo electoral. Ese andamiaje es el servicio público que crea, articula y forja la administración pública.
Si las instituciones públicas cuentan con profesionales de carrera, debidamente capacitados y especializados en cada una de las áreas que se encargan tanto de planear, como ejecutar los programas gubernamentales, éstas podrán materializar las ideas políticas de los dirigentes, de una forma científica, cierta y, sobre todo, viable. Sin embargo, si la mayoría de las personas que conforman las estructuras gubernamentales, son sustituidas en cada cambio de administración, el gobierno se mantiene en un marasmo que impiden realizar correctamente las funciones que tienen encomendadas por mandato de ley y, consecuentemente, el cumplimiento de los ofrecimientos de campaña.
Precisamente ahí es donde radica la importancia del servicio público. No son sólo posiciones de poder ni cuotas como pago al apoyo brindado durante las contiendas electorales. Cada cargo público son parte importante, planeada y estructurada para cumplir objetivos precisos y desempeñar funciones especializadas en cada institución pública que, a su vez, garantizan aspectos específicos de la gobernabilidad.
Si la amalgama de funciones públicas funciona adecuadamente, sólo requieren que se marquen las directrices y la ruta a seguir, lo que ocurre a través de la visión de quienes lideran y dirigen a las instituciones públicas. Empero, si los engranajes son sustituidos junto con los liderazgos, difícilmente se podrá cumplir no sólo con las funciones gubernamentales, sino con los ofrecimientos hechos en campaña; con lo que se detiene el avance, desarrollo y cumplimiento de las metas del gobierno y, consecuentemente, de la ciudadanía.
@AndresAguileraM