Retomando a Luis Donaldo Colosio Murrieta

Han pasado 29 años y meses desde aquel 6 de marzo de 1994 en donde Luis Donaldo Colosio Murrieta, ya como

candidato a la Presidencia de la República del Partido Revolucionario Institucional (PRI), dictara aquel discurso en el que, muchos señalaban el “rompimiento” con el régimen priísta. Sin embargo, a la luz de las últimas décadas —considero— es importante retomar y replantear para el futuro de México.

Primeramente, vale la pena contextualizar el momento coyuntural por el que atravesaba el país al momento en el que las palabras de Colosio retumbaron por la Plaza de la República.

La entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio rompía completamente la tradición proteccionista que había caracterizado al Estado Mexicano desde la promulgación de la Constitución de 1917. Con ello, México entraba en una dinámica económica global, en la que el libre mercado era la ruta por seguir, aún y cuando el país carecía de una infraestructura y condiciones sociales de competitividad.

Asimismo, el primero de enero de ese año, un ejército insurgente se sublevaba en Chiapas, dejando a la vista del mundo la dramática situación de desigualdad que, a la fecha, predomina en nuestro país.

En ese México complejo, el PRI seguía siendo la fuerza política hegemónica, heredera de una tradición oligárquica, monolítica, de intereses conjuntados en un solo instituto político, caracterizado por la disciplina y la verticalidad. Condición incompatible ante el futuro próximo al que se enfrentaba el país. Se requería apertura, competitividad y democracia en las que un “partido de Estado” no tenía cabida en los albores de una nueva era de desarrollo económico. El régimen y el Sistema Político Mexicano en general presentaron su más grande cisma desde el fin de la Revolución Mexicana.

El discurso de Colosio tiene como base la necesidad de mantenerse en la ruta trazada por los ideales de la Revolución, la que consideraba el mejor horizonte para el país. Los postulados de “Democracia y Justicia Social” se refrendaban como las grandes metas a alcanzar. 

Sin despreciar su historia y reconociendo su aporte como mecanismo de pacificación y concertación política, hace un llamado a la transformación del PRI para dejar de ser maquinaria electoral del régimen y así convertirse en un instituto político en competencia equitativa con las fuerzas opositoras, dejar de lado las ventajas indebidas y la injerencia del gobierno en los procesos electorales, para entrar en una sana competencia en la que los principios, ideales e ideologías, fueran los activos que se pusieran en disputa y a consideración de la sociedad para que ésta, en su carácter de fuente primigenia del poder, decidiera el rumbo y destino del país.

Asimismo, reconoce aquello en lo que los regímenes príistas quedaron a deber. El incumplimiento de lograr condiciones de equidad para la mayoría, los abusos de la clase gobernante y su alejamiento a los objetivos y postulados de la Revolución. Los excesos incurridos y las promesas que jamás se materializaron. Al mismo tiempo, esbozó líneas muy claras y concretas de lo que sería su programa de gobierno, así como los lineamientos para su corrección y reencauzamiento.

Volver a leer esas emblemáticas palabras impera, necesariamente, una comparación y recapitulación a la actualidad. A casi treinta años de su pronunciamiento, el ideario expresado por Luis Donaldo Colosio Murrieta es más que vigente y nos permite, en retrospectiva, observar los errores cometidos y las promesas no sólo incumplidas sino jamás retomadas y que, considero, debieran replantearse para reencausar al país hacia una ruta democrática y justa.

Andrés A. Aguilera Martínez

@AndresAguileraM