Desde hace poco más de tres décadas, paulatinamente los ideales enarbolados por la lucha revolucionaria de 1910 han quedado en el olvido. Muchos las tachan de anacrónicas, otros tantos de socialistas y –los menos– como un proyecto de nación con vigencia y urgencia de atención.
Más allá de los partidos políticos y sus tendencias ideológicas, lo único cierto es que todos –absolutamente todos– tienen un origen común: la lucha armada de 1910 y las subsecuentes rebeliones gestadas por la sucesión por el poder. Ya sea como protagonistas, ideólogos, sucesores u opositores, todos jugaron un papel destacado en la construcción de acuerdos que, desembocaron, en la Constitución de 1917 y sus enmiendas inmediatas vinculadas con tres ejes prioritarios: la laicidad del Estado; el derecho de la tierra y los hidrocarburos, y la consolidación de las Garantías Sociales.
En este panorama, el proyecto de la Revolución avanzó durante las décadas subsecuentes, en algunas condiciones más pausado que en otras, pero siempre en la misma tónica: una economía basada en las políticas del estado de bienestar desarrollado posterior a la Segunda Guerra Mundial, auspiciados por los principios de justicia social enarbolados por el grupo triunfador de la gesta revolucionaria. Todo ello dentro de un régimen monolítico, hermético y antidemocrático, en donde la mal llamada “familia revolucionaria” se disputaba el poder bajo sus propias reglas, modos y formas, justificado en aras del proyecto de la Revolución: “Democracia y Justicia Social.”
Ciertamente, los regímenes postrevolucionarios tuvieron una tónica común: utilizar al Estado como mecanismo para generar equilibrios económicos y sociales, haciendo políticas públicas en las que pudiera regular las condiciones del mercado. Lo que, tras una serie de excesos –como el aislacionismo económico sin un programa eficaz del fortalecimiento del interno–, derivó en varias crisis económicas y en un endeudamiento público incontrolable, lo que, a la par, abrió la puerta a las políticas neoliberales que dejaron sujeto el desarrollo social a la libertad de las condiciones del mercado.
Hoy que nuevamente los “Herederos de la Revolución” pretenden retomar la ruta de una economía con visión social, nos encontramos con grandes resistencias, principalmente de parte de empresarios que durante las últimas tres décadas se han visto favorecidos con misceláneas fiscales que les brindaban canonjías disfrazadas de mecanismos de fomento económico.
Sin lugar a dudas las resistencias se transformarán en acciones de desprestigio y crítica hacia un gobierno que fundamenta su actuar en una ideología política, conocida por todos, por lo que la llamada sorpresa no puede ser tal: la alternancia se dio para cambiar no para quedar igual.
@AndresAguileraM