El cuarto poder o los nuevos “Torquemadas”

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La prensa –conocida como el cuarto poder– ha ido incrementando su influencia en la sociedad moderna. Hoy por hoy, los comunicadores, además de cumplir con la función propia de la profesión, con sus editoriales, se tornan en fieles de la balanza para las decisiones y definiciones que mueven al poder político de cualquier Nación.

Pese a los vaticinios de los detractores del actual Gobierno Federal, la prensa ha mantenido su aspecto crítico. Ejemplos de informadores no alineados a los intereses del régimen sobran, al igual que notas y editoriales fuertes y críticas sobre el actuar y desempeño del Presidente, su gabinete, diputados, senadores y juzgadores. En general, la prensa mexicana cumple con su función y lo hace con la protección de la ley y las instituciones.

Indudablemente siempre existirán medios controlados y afines a la tendencia ideológica de una u otra administración. Eso ocurre en cualquier democracia medianamente normal, sin embargo, por una voz sumisa y agachada, siempre habrá otra más crítica y tenaz.

La libertad prensa sólo debe ser coartada por quien la ejerce, en razón de sus ideas, principios y valores, jamás desde el poder ni, mucho menos, en busca de acallar la crítica hacia la actuación de los funcionarios públicos, quienes –dicho sea de paso– estamos sujetos al escrutinio y, por ende, debemos aceptar y reconocer cuando nuestras acciones gustan o no a la sociedad.

Sin embargo, hemos de reconocer que hoy una condena dictada desde un micrófono, cámara o desde la columna de un diario suele tener más peso, incluso, que una sentencia emitida por un jurado o tribunal. La crítica –injuriosa o no– que se gesta desde las editoriales de los llamados “líderes de opinión” hacia un personaje público, atiza la opinión pública y la encausa hacia el punto de vista subjetivo de quien suscribe la nota, sobre todo cuando ésta es escandalosa y altamente condenable.

Cuando un líder de opinión emite una condena, el público la acepta como dogma, dejando atrás el principio de presunción de inocencia, los derechos humanos e, incluso, la condición de persona que debiera prevalecer en todos y cada uno de nosotros.

La función que realiza el comunicador debe ser veraz y objetiva, pues su función es informar, no volverse en inquisidores que con su dicho acusan y sentencian a placer y en razón de sus intereses y visiones. Hoy más que nunca México requiere comunicadores no nuevos Torquemadas del periodismo.