En esto creo (segunda de tres partes)

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Pues habremos de continuar con esta confesión… Como se comentó con anterioridad, durante los años de juventud, muchos con quienes compartimos los deseos de bienestar, optamos por uno de dos caminos: o mantener la actitud crítica y férrea en contra del sistema, así como el discurso radical de descalificación permanente hacia todo lo que realicen las instancias públicas, o participar activamente en las funciones de gobierno para aportar capacidades, conocimientos, aptitudes y actitudes, para transformar lo que sea necesario para lograr los objetivos de democracia y justicia social que tanto añora la sociedad mexicana.

Pues bien, yo me decidí por la segunda: trabajar desde el gobierno para generar cambios y hacer que las instituciones verdaderamente cumplan con su función, pues estoy convencido que mantener la actitud crítica permanente, sin propuesta, sólo alimenta odios y enconos, deslegitima a las instancias de gobierno y envuelve a la sociedad en un círculo vicioso de sospecha y desconfianza, lo que no genera cimientos, por el contrario, desarticula sociedades. Respeto a quien lo hace, pero simplemente no coincido con ellos, creo firmemente que el gobierno debe servir a la gente y ser motor de cambios.

En este devenir, nos hemos encontrado con varios obstáculos que impiden el desarrollo de las instituciones públicas. Uno de tantos es, precisamente, la confusión mental de algunos que ejercen las funciones públicas y se asumen como integrantes de una nueva forma de realeza. Cuando esto ocurre se pervierte la naturaleza social del gobierno y, como tal, se disminuye su legitimidad. Estoy convencido que el servicio público es más que banalidades y frivolidades que, en muchas ocasiones, están aparejadas con la función.

El ejercicio del gobierno –y el poder que ello conlleva– es más que las banalidades y frivolidades que trae aparejado, demanda certeza en el rumbo; exige compromiso con un programa como medio para lograr metas ciertas a corto, mediano y largo plazo, pero –sobre todo– implica una gran responsabilidad y compromiso para hacer lo necesario para lograr el bien público. No es tarea fácil y, sin lugar a dudas, trae consigo una profunda soledad, pues requiere análisis profundo y de reflexiones amplias, pero sobre todo, exige que las decisiones tomadas sean asumidas en su totalidad por quien las realiza, por lo que deben estar ajenas a intereses particulares o de grupo. Por ello insisto que quien gobierna requiere de características especiales que reseñaré en la siguiente entrega

@AndresAguileraM