¿Dónde estaban en enero de 1994 los que hoy descalifican e insultan al Subcomandante Marcos o Galeano y al EZLN por oponerse a la construcción del Tren Maya?
Son personajes de diversa naturaleza protagonista que, en 1994, se montaron en las demandas de la sedicente guerrilla zapatista, es decir, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que ansiaban ir a la selva y los altos de Chiapas a conocer a Marcos y tomarse la foto con él en sus campamentos --vestido de guerrillero con cananas repletas de cartuchos para escopeta y no balas para metralleta como la que portaba-- en la zona de influencia y desfilar a su lado con paliacates al cuello y a manera de esparadrapo.
¿Los recuerda? Eran perredistas y contestatarios antigobiernistas a modo, que después del 1 de enero de 1994 salieron a las céntricas calles de las principales ciudades del país a gritar vivas al EZLN, a apoyar un movimiento del que, a decir verdad, desconocían sus causas fundamentales y, lo peor, sus proclamas en las que estos indígenas chiapanecos urgían muerte al mal gobierno y le declararon la guerra, sí, la guerra en la que se matan de verdad y no con rifles de palo ni mentadas de madre al Presidente y al Ejército Mexicano.
Actores, actrices –por cierto una de ellas devino en pareja del Sub--, periodistas dizque de izquierda que se mimetizaron y hoy despotrican contra el zapatismo que se ha declarado contra la construcción del Tren Maya; académicos y escritoras y escritores que fueron a Los Altos de Chiapas a tomarse la foto con Marcos.
Sin duda usted ha visto la foto en la que el hoy inquilino de Palacio junto con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, doña Rosario Ibarra de Piedra y Lazarito Cárdenas Batel aparecen con el tampiqueño que le declaró la guerra al gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
“Zapatistas” vergonzantes, dueños de esa singular amnesia selectiva de tiempos políticos y el oportunismo trepador, que desde diversas tribunas han emprendido el singular deporte de denostar a quien cuestiona sus proyectos, de descalificar al que acusan de invasor y enemigo de la patria porque se opone a una obra con sustento en factores que en aquellos días del zapatismo en todo lo alto, aplaudían, coreaban y seguían como siguieron incluso físicamente, en la caravana con la dizque seguridad de los “monos blancos” que el 28 de marzo de 2001 llegó al Zócalo de la capital del país y, de ahí, al Palacio Legislativo de San Lázaro.
Y sí, el 28 de marzo de 2001, cuando la subcomandanta Esther habló desde la tribuna del Congreso de la Unión, porque lo hizo frente a senadores y diputados en el salón de plenos del Palacio Legislativo de San Lázaro, Vicente Fox cumplió con su oferta, aunque no en 15 minutos pero sí de resolver el conflicto en Chiapas.
¿No lo resolvió? Bueno, Fox frenó al subcomandante Marcos, jefe del EZLN y actor principal de esa tragicomedia que entonces no veían quienes hoy lo descalifican porque le rendían pleitesía y se sumaban a su movimiento. ¡Viva Marcos! ¡Viva El Sub!
Pero Marcos se tiró a la hamaca, dio rienda suelta a su vocación de poeta y se hizo de un singular poder fáctico en una zona de Chiapas, desde la que cada año se renueva la consigna contra el mal gobierno…en turno.
Una escenografía con indígenas chiapanecos que de alguna forma se beneficiaron del movimiento zapatista y que ha permitido a Rafael Sebastián Guillén Vicente mantenerse en la mascarada que fue pillada, a precio de sangre de unos militares, en abril de 1993, no en mayo como se ha referido a partir de versiones de lo declarado por el hoy desaparecido general Miguel Ángel Godínez Bravo.
“Nosotros somos los comandante, los que mandamos en común, los que mandamos obedeciendo a nuestros pueblos”, dijo el 28 de marzo de 2001 la comandanta Esther. ¿Le es familiar el mensaje?
Hoy, ahí tiene usted de nueva cuenta al Sub y sus huestes del EZLN. En lo personal mi opinión no ha variado. Y le comparto el artículo que escribí y se publicó el 23 de octubre de 2013, antes de cumplir un año el gobierno de Enrique Peña Nieto. A saber:
“Cuando hace casi 20 años ocurrió el “alzamiento” del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, no hubo sorpresa en el círculo cercano al entonces presidente Carlos Salinas de Gortari ni en la embajada de Estados Unidos en México.
“Los sistemas de espionaje del Estado mexicano, vía Cisen y de la Secretaría de la Defensa Nacional, como los de la CIA y la DEA, por citar a los más conocidos brazos del gobierno estadunidense expertos en hurgar en el extranjero y desestabilizar gobiernos, habían detectado con meses de antelación los aprestos de dicha guerrilla en el estado de Chiapas.
“Incluso, meses previos a la irrupción de las huestes del subcomandante Marcos –el 1 de enero de 1994–, el general Miguel Ángel Godínez Bravo, entonces comandante de la VII Región Militar, denunció los excesos de los integrantes de ese grupo que luego se conocería como EZLN.
“Un ejemplo de que no eran unas hermanas de la caridad los colaboradores y socios de Rafael Sebastián Guillén Vicente (a) Subcomandante Marcos, fue la ejecución de dos oficiales del Ejército Mexicano en la comunidad tzotzil de San Isidro El Ocotal, en abril de 1993.
“En aquellos días el obispo de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz, descalificó las acusaciones del general Godínez contra indígenas de aquella comunidad, miembros del EZLN que se encargaron incluso de destazar a los oficiales que descubrieron un campamento en el que se adiestraba a quienes formarían esas huestes zapatistas.
“Hubo evidencias de los preparativos, tantas que sólo en el gobierno de Carlos Salinas y en la embajada de Estados Unidos en México no quisieron verse.
“Documentos de la Secretaría de la Defensa Nacional dan cuenta de ello; incluso la referencia de que en la navidad de 1993 hubo una movilización en la comunidad de San Carlos, donde los zapatistas tomaron la gasolinera local y hasta se robaron una camioneta de redilas, color rojo, de tres y media toneladas que fue para uso personal de Marcos.
“¿Nos espiaba el gobierno de George Bush y le informaba su entonces embajador John Dimitri Negroponte de lo que se cocinaba en Chiapas hasta septiembre de 1993, cuando éste dejó la embajada de Estados Unidos en México?
“¿James Robert Jones, sucesor de Negroponte a partir de octubre de 1993 y hasta junio de 1997, como embajador de la administración Clinton, informó del rumbo de esta guerrilla y cómo el PRI perdía hegemonía política?
“Cuestiones de memoria. No hay duda de que los informes de quienes se movían dentro y fuera del EZLN y se beneficiaban de ello, y de las razones por las que Ernesto Zedillo Ponce de León dejó en la orfandad al PRI, llegaron puntualmente a la Casa Blanca en Washington, como igual llegaron en su momento los correspondientes al movimiento estudiantil de 1968 y los cobros de facturas políticas que, con el asesinato de estudiantes a manos del grupo paramilitar Los Halcones (en 1971), posibilitaron sacar de circulación a Alfonso Martínez Domínguez, entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, mas no parte del equipo del entonces presidente Luis Echeverría Álvarez.
“Así ha sido desde aquellos gobiernos decimonónicos y luego los de la época revolucionaria y posrevolucionaria, en los que la nariz del gobierno estadunidense ha estado metida hasta en la sopa.
“Y qué decir de los brazos cómplices, como el del embajador Henry Lane Wilson que operó en la defenestración del presidente Francisco I Madero, que devino en el asesinato de éste junto con el vicepresidente José María Pino Suárez.
“En las Cámaras de Diputados y de Senadores se desgarran las vestimentas porque el gobierno de Barack Obama espió a Felipe Calderón Hinojosa y hasta leyó sus correos electrónicos. Y porque algo similar ocurrió con el entonces candidato priista a la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto.
“Son posturas patrioteras. Estados Unidos espía en México porque se le ha permitido y no es nada nuevo. ¿Secretos de Estado? ¿Cómo cuáles? ¿Por qué no se impidió la irrupción del EZLN en la escena nacional? ¿Por qué no se detuvo a los asesinos de estudiantes en 1968 y en 1971? ¿Por qué no se ha detenido a, digamos, El Chapo Guzmán?
“Espías hay en todos lados, es el deporte favorito de gobernadores y altos funcionarios públicos. Marcelo Ebrard tuvo su particular “cisen”, como el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas tiene el suyo en Puebla.
“De qué se queja Felipe Calderón, si él autorizó la presencia de espías estadunidense en México. Para muestra un botón: no hay que olvidar el affaire Tres Marías. ¿Secretos de Estado, o secretos de alcoba? Digo”.
Hace seis años y meses. ¿Algo ha cambiado? ¿Será porque se le vincula con Carlos Salinas de Gortari en el montaje de la guerrilla que el prócer ahora no quiere al Sub? Cualquier parecido con la realidad es mera realidad. Conste.
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@msanchezlimon