Es verdad de Perogrullo ésta del objetivo del licenciado Andrés Manuel López Obrador de
restar credibilidad a periodistas, reporteros y, de la mano, a las empresas de comunicación, de todos los tamaños e influencia social, periódicos, revistas especializadas, plataformas en la Internet y programas de radio y televisión, como elemento sustancial para desbrozar el camino de la cada día más quimérica Cuarta Transformación
Porque sin credibilidad, periodistas, reporteros y empresas de comunicación pierden calidad de contrapeso frente al poder público y, entonces, el presidente tiene el camino libre para hacer y deshacer en la estructura institucional de gobierno, borrar con un mínimo acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación políticas públicas, instituciones, organismos, trabajo social construidos por sus antecesores.
Y enfatizo en el sustantivo periodista y reportero, porque el oficio que devino en profesión ha sido desprestigiado por individuos que se prestaron a la tarea mercenaria de intereses políticos, en especial, editores de pasquines y redactores a sueldo, cuando no abiertos extorsionadores de personajes públicos. De ello, Enrique Serna escribió con amplitud en la biografía novelada de Carlos Denegri (El vendedor de silencio).
Dirá usted que éste es un tema que sólo incumbe a periodistas, especialmente a los de la generación que hoy está en la ruta de cumplir un ciclo y se desgrana como mazorca que ha servido desde su génesis como el maíz tierno que escribió parte de la historia de la segunda mitad del siglo pasado y las dos primeras décadas de este nuevo milenio. Pero no.
Y no es de cerrada incumbencia porque finalmente la vida profesional de periodistas y reporteros, los segundos que son la infantería de los medios de comunicación, los que buscan la información en tanto los primeros no necesariamente hacen esa tarea y suelen ascender al espacio de los articulistas, columnistas, editorialistas que primero hicieron la tarea reporteril, es de interés público.
Por supuesto, hay quienes de la academia llegaron a las páginas editoriales y los que sin haber pisado una redacción ni saber cuál es la diferencia entre reportaje, crónica y nota informativa, se llaman periodistas y sirven a intereses personales y de grupos fácticos. Mercenarios.
Los medios de comunicación están llenos de esos personajes, algunos, pocos, respetables y bien informados y otros no exentos de servir a intereses personales y de grupo, éstos como la llamada “mafia del poder” a la que calificó el licenciado López Obrador para identificar a sus opositores y mantenerlos en la mira del ataque visceral y de descrédito, solo con la mera referencia de su palabra.
Por eso, es importante deslindar a los profesionales del periodismo –periodistas y reporteros—de esa pléyade que sirve ahora al interés de la 4T desde la primera fila de las mañaneras, con el evidente pago por sus servicios para sembrar preguntas y que el licenciadopresidente se explaye en respuestas de media hora para responder a los que llama sus contrincantes, no enemigos pero los trata como tales y lo mismo calificó fifís que conservadores y golpistas y ahora conspiradores que pretendían desaparecer a Petróleos Mexicanos y a la Comisión Federal de Electricidad.
¿Por qué se tardó más de un año en encontrar a esos conspiradores y no ha hecho el mínimo esfuerzo para aplicar la ley contra esos delincuentes de cuello blanco? Casualmente cuando hay una severa crisis en las finanzas de Pemex y el director de la CFE está involucrado en un escándalo de corrupción y tráfico de influencias, es cuando explota esta reacción del señorpresidente, sustentada en un acuerdo que ha sido frenado en tribunales mediante el recurso de amparo y luego en la descalificación como respuesta a una pregunta de uno de esos personajes que se asume reportero e incluso periodista.
A las nuevas generaciones de periodistas y reporteros aterra los llamen chayoteros y señalen corruptos, pero es consecuencia del golpeteo permanente que aplica desde el púlpito el licenciado López Obrador, ante la primera provocación.
En los años del neoliberalismo que tanto detesta el señorpresidente y desde mucho antes, los periodistas críticos e incómodos han sido perseguidos.
Cárcel o féretro fue el fin para mucho en esos tiempos decimonónicos y los del siglo pasado en México.
Y cuando la libertad de expresión comenzó a asumirse como tal en el país, aunque Andrés Manuel diga lo contrario porque ha vivido entre nubes de algodón como jefe de la industria de la protesta, en esos años de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, después con Ernesto Zedillo y luego Fox y Calderón, con sus bemoles, desaciertos y acuerdos corporativos de la prensa y el poder, con esa complaciente autocensura que no se ha ido, incluso, hoy la prensa tiene en Palacio Nacional, abiertamente, al principal Catón, perseguidor y denostador, estigmatizador consuetudinario que miente cínicamente y niega ser un mentiroso.
¿Sabrá el licenciado López Obrador cómo viven los reporteros que van a sus mañaneras, no los mercenarios como ese individuo pirata pirata o la señorita que comparó al tabasqueño con un corredor keniano?
¿Sabrá que cuando descalifica a articulistas y columnistas, que no son por cierto hermanas de la caridad y varios ocultan pecados bajo la alfombra, descalifica a un gremio golpeado y en buena parte explotado con infames jornadas de trabajo?
No, no lo sabe, aunque es su obligación saberlo porque también gobierna para ellos. La práctica de descalificar a la prensa no ha cambiado, se ha especializado y ocurre desde el máximo púlpito político del país en Palacio Nacional.
La decía que, en la medida en que se descalifica a la prensa, en ese nivel se golpea al contrapeso cuya existencia es elemental, necesaria en el ejercicio del poder público, porque de otra forma se alimenta a la dictadura, así de simple y llano pero igual de peligroso para la democracia, porque además el dictador enfatiza su actuar en aras de la democracia y supuesta honestidad y ética que nadie cuestiona.
Y ahora echa a andar la etapa de la investigación y el análisis de la credibilidad de los columnistas, por ejemplo.
En la mañanera de este miércoles a una pregunta elemental, el licenciado López Obrador respondió:
“Fíjense cómo están las cosas, por eso lo del cuestionamiento sobre el feminicidio, es uno más de tantos cuestionamientos. Cuando se cumplió con lo que establece la Constitución, a partir de la reforma que se hizo a la Constitución, de que se emitiera un decreto estableciendo la participación de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública, se desata el cuestionamiento, todos los medios, bueno, no todos, honrosas excepciones.
“Pero mandé a hacer un análisis, no me costó mucho, de la opinión de los columnistas: 95 por ciento en contra de que ayude en tareas de seguridad pública el Ejército y la Marina.
“Poco después hace unos días sale una encuesta del Reforma, telefónica, pero creo que 68 por ciento del pueblo de acuerdo, 70 de acuerdo. Son como dos mundos. Entonces, ¿qué es lo que está pasando? Ah y es la encuesta de Reforma.
“Pero también, si se ven las encuestas del Inegi, el nivel de aprobación que tiene la Secretaría de Marina y la Secretaría de la Defensa es de los más altos, aprobación por parte del pueblo. Entonces, ¿a quién le voy a hacer caso?, ¿a los columnistas o al pueblo?
“Bueno, ¿por qué esa actuación de los columnistas?
“En la mayoría de los casos es nada más la animadversión al gobierno, se ofuscan, ya pierden capacidad para el análisis, para la reflexión sensata, objetiva. En este caso es lo mismo”. Hasta aquí la cita.
Análisis de columnistas, ni más ni menos. Mis colegas, no hay duda, se defienden solos; pero es importante no dejar suelta la enésima descalificación porque evidencia el tamaño del contrapeso que significa la prensa frente al inquilino de Palacio que miente y calumnia un día sí y otro también. Y le urge reanudar sus giras. Conste.
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@msanchezlimon