Las disertaciones presidenciales matutinas tienen esa característica del mensaje propagandístico bien aprendido que, de tanto remacharse, se asume verdad absoluta sólo porque la dice el licenciado presidente, un ciudadano autodefinido honesto y austero que despreció la residencia oficial de Los Pinos y optó por el Palacio Nacional como vivienda privada.
Pero el licenciado López Obrador cotidianamente miente, insulta, blofea, advierte, amenaza, presume y se burla del sentido común ciudadano; a quienes asisten a sus homilías los trata como escolapios que deben adivinar sus pueriles preguntas y, mimetizados con la línea mercenaria, festejan gracejadas aunque éstas denigren a quienes no tienen el mismo nivel de proscenio para defenderse. Veamos.
--¿Qué es privatizar?—preguntó Andrés Manuel a los asistentes a la mañanera, en el corolario de la disertación de miércoles, aunque la interrogante iba destinada al presidente municipal de Villahermosa y el gobernador de Tabasco. Pero…
--Búsquenlo en el diccionario –instruyó a su audiencia--.
Y, docto en el manejo del lenguaje aunque suele decir hubieron en lugar de hubo, les ahorró ir al tumbaburros:
--(…) es convertir lo público en privado, lo que es de todos pasa por un tiempo o por siempre… por lo que por general dicen: ‘No, sigue siendo propiedad de la nación’, sí, nada más que es una concesión por 50 años, por 100 años, por el tiempo que sea.
¿Y?, los pocos reporteros y más cabilderos disfrazados de periodistas rieron con desenfado; total, ya son cuates de Andrés Manuel.
Hay un enorme espacio de impunidad en ese proceder del licenciado que deriva en impunidad y lo asume, decía, honesto y dueño de la verdad.
Dos temas llaman la atención en el escenario. Uno en la educación del licenciado presidente y, otro, relacionado con el encubrimiento y la impunidad bajo la que han transitado durante dos años responsables de los fideicomisos que se enfilan a su desaparición, una vez que la mayoría oficialista en Cámara de Diputados aprobó el paquete de reformas legales y cuya minuta habrá de atender el Senado de la República, última aduana para estos organismos a los que López Obrador considera fuente de corrupción.
Veamos. En mayo pasado, en ocasión del festejo del Día del Maestro, López Obrador se sinceró Y dijo que en su época de estudiante en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, en la UNAM, le “era muy difícil estudiar” y por eso no le dieron mención honorífica cuando presentó su tesis de licenciatura porque su promedio era de 7.8, aunque en realidad era de 7.72.
Margen aparte de que su paso por la UNAM tiene claroscuros, como decir que concluyó la licenciatura en 1976 cuando en realidad fue en 1978, de acuerdo con el plan de estudios de la época que era de diez semestres, el hecho es que no estudió apoyado por una beca porque ésta se otorga a estudiantes con promedio de 9 y 10. Pero… Lea usted lo que dijo esta semana el señorpresidente:
“Si no fuese por las becas, muchísimos no podrían estudiar. Yo estoy aquí, llegué a ser presidente porque estudié con una beca, si no, no hubiese yo terminado la escuela, la terminé de milagro y eso por el apoyo.
“Imagínense, vivía yo en la Casa del Estudiante Tabasqueño y nos daban hospedaje y nos daban alimentación, nos llevaban comida, la leche, el pan, costales de pan, carne que decíamos que era de caballo en unos paquetes y una cocina aquí en la colonia Guerrero, una casa grande, vivíamos 80 y nos daban hospedaje, comida (…)”.
Resulta que en esos días, Andrés Manuel estaba empecinado en ser un distinguido priista, e incluso desde 1970 se incorporó al PRI en Tabasco. En 1976, cuando supuestamente concluyó la licenciatura de diez semestres iniciados en 1973, formó parte del equipo del poeta Carlos Pellicer, que hacía campaña al Senado. ¿Beca?, sin duda el apoyo del PRI, o el que le aportaba Ignacio Ovalle Fernández.
Andrés Manuel, en ese papel de honesto, honesto y émulo del indígena de Guelatao que llegó a ser Presidente, elabora su carta curricular como le viene en gana, miente, oculta, trampea fechas, omite tiempos oscuros de, por ejemplo, su paso por la Casa del Estudiante Tabasqueño y el trabajo que desempeñaba con Carlos Pellicer, que solía pagar con largueza. ¿Beca para un pobre estudiante de Macuspana?
Y, vaya en el tema de los Fideicomisos, es apenas elemental que el auditorio a modo de la mañanera no haya preguntado a López Obrador ¿dónde están los actuales y pasados directores o responsables de esos organismos que, acusa, corrieron durante años en espacios de la corrupción, la opacidad y tráfico de influencias?
Ocurre que, por ejemplo, el licenciado presidente acusó al FONDEN de haber sido la caja chica de funcionarios de gobiernos pasados, ¿sólo de los pasados? ¿Por qué hasta estos días, es decir, dos años después, de pronto se dio cuenta de lo que ocurría en los fideicomisos? Amén de que, con tabla rasa, los acusa de manejos oscuros, de corrupción y, por ende, los directores o responsables de dichos entes son corruptos.
¿Y los funcionarios responsables, nombrados en y a partir de diciembre de 2018, no son corruptos, no se dieron cuenta de lo que ocurría y sólo hasta que hubo falta de dineros en las arcas públicas el licenciado presidente registró el problema?
Cierto, en las administraciones pasadas, gobiernos priistas y panistas, el deporte de la corrupción se practicó con denuedo, fueron fábricas de nuevos millonarios y multimillonarios, de funcionarios que transaron en oficinas de todo tamaño en la libertad que otorga aquello de lo que hace la mano hace la tras.
Pero, cerrar los ojos frente a la galopante corrupción de los nuevos dueños del poder en México, es un delito que transita entre la complicidad y la omisión. Y Andrés Manuel incurre en ambos cargos o, dígame usted cómo se le llama al evidente perdón presidencial a Pío López Obrador, a David León que le entregaba dineros salidos de Palacio de Gobierno de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, a los funcionarios de la Secretaría de Agricultura que hicieron negocio millonario con fertilizante y semillas echadas a perder en Guerrero y, en fin…
El licenciado López Obrador argumentó:
“Sí, pues repito lo que estoy sosteniendo desde hace mucho tiempo, es parte de uno de los compromisos (…) la de desaparecer fideicomisos y también fondos que se manejan de manera discrecional, sin transparencia.
“Fideicomisos para todo, con aparatos burocráticos, muchos de ellos, en donde se queda el dinero, no le llega el apoyo a la gente, son aparatos que se fueron creando en el tiempo para duplicar funciones de la administración pública, para no tener ningún control o tener manga ancha y poder manejar los recursos sin fiscalización; en algunos casos, entregar recursos a quienes no los necesitan, sólo por ser allegados a quienes mandan o deciden en el gobierno.
“Entonces, vamos a poner orden. Son más de 100 fideicomisos los creados por ley, pero hay otro tanto igual, no creados por ley, pero creados por acuerdos del Ejecutivo, estamos hablando como de 200 o un poco más de fideicomisos (…).
“¿Por qué vamos a desaparecer el FONDEN?
Porque hay elementos suficientes para sostener que era una especie de caja chica, bueno, ni tan chica, para funcionarios que compraban de todo aprovechando que había una emergencia sin licitar. Miles de millones de pesos en catres, en láminas de zinc, en todo, a precios elevadísimos. Hay gente que vivía de venderle a Gobernación, de venderle al Fonden, que hacía jugosos negocios; bueno, eso no tiene nada que ver con el hecho de que nosotros tenemos que apoyar a damnificados”.
¿Y quién manejó en los dos años recientes esa caja chica? ¿Cuál fue el destino de los dineros presupuestados en 2019 y 2020 para esa caja chica que es el FONDEN? ¿Se investigará a los actuales directores y responsables de los fideicomisos en vías de extinción para que respondan de todo lo que acusa López Obrador?
¡Ah!, el justiciero que estudió con la beca del PRI. Porque debió haber sido una beca --pese a su calificación de 7.72-- del gobierno priista de su estado natal y vivió gratis en la Casa del Estudiante Tabasqueño que pagaba el gobierno de Tabasco, entonces encabezado por Mario Trujillo García, de filiación prista. ¿Y el apoyo del gobernador Leandro Rovirosa Wade, distinguido priista? Enorme beca del PRI que disfrutó hasta que quiso ser gobernador y el tricolor no se lo concedió. ¡Vaya beca! Conste.
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