Moy, hace dos años…

Y te fuiste de la mano de Yaz. Lo habían acordado y me enteré, pero… Bueno, así eran, así son; finalmente gemelos

astrales que hicieron de su vida un ejemplo de tenacidad y de buenos hijos, seres humanos de excelencia que siempre creyeron en el bien común y comulgaban conmigo en esa idea de crecer libres.

¡Ah!, ¿recuerdas que presumía haberlos dejado crecer como changos, cada uno en su mecate, en sus proyectos, en sus objetivos? Y lo lograron, Moy. 

Fuiste lo que te gustaba y conociste al mundo y disfrutaste del éxito temprano. Yaz decidió ser periodista porque quiso seguir mis pasos, aunque esa ruta se dislocó abruptamente la tarde del domingo 18 de diciembre de 2016.

Luego, tú. 

Y me pregunto, porque no puedo divorciarme de esa inquietud, ¿por qué te venció la maldita consecuencia de ese virus llamado Covid?

Pregunto y pregunto.

¿Por qué el destino optó por dejarme huérfano de dos de mis hijos que habían marcado la ruta de los menores, de Astrid Daniela, Daniel y Carlitos y de Brenda la mayor, madre de Azul y Dana?

No, Moy, no busco culpables. Nadie lo es. 

Te soltaste de mi mano la tarde del 12 de mayo de 2021.

Usted que me lee, habrá de disculpar que hoy entresemana lo dedique a hablar de mis hijos, de mi amado Moy que suele llegar de noche a mi espacio de trabajo y me pone la mano en el hombro y me da fortaleza.

--Ya, papá, ya pasará--, me decías cuando enfrentaba algún problemilla, incluso del corazón y la soledad me abrazaba en esos momentos de dificultades, pero ahí estabas para apoyarme como mi cómplice y amigo, hermano y maestro.

Sí, Moy, reitero que fuiste mi maestro, con esa fortaleza de superar enfermedades y adversidades muy personales.

Pero, Moy, como te dije ese día en que me enseñaste el documento que te liberaba del fantasma  en el que creíste y entregaste tu amor y te traicionó.

--¡Échalo a la basura del olvido! Fue una mala experiencia y que sea así, una experiencia y eres libre—te recomendé y metiste, en el portafolio del archivo, el pasado y el presente de la amarga etapa. 

Y fuiste feliz y hacías planes y viajabas y turisteabas como un adolescente que abre los ojos, como yo, cuando conocí al mar y se impacta para siempre con la panorámica a la que lo único que le falta eres tú, ahí, con los brazos en jarras y mentándole la madre a la adversidad.

¡Caray, Moy! 

Extraño nuestras pláticas nocturnas, cuando preparabas un cafecito después de zumbarnos unos taquitos de la esquina, aunque más te gustaban los dorados con crema y queso, especialidad del comedero de al lado.

--Papá, tráeme unos taquitos—pedías cuando me alistaba para ir a visitarte a tu depar. Y ahí estaba en el Metro, viajaba con los taquitos y las quecas para almorzar contigo.

Moy, gracias por seguir a mi lado; gracias por haber alimentado tu presencia y compañía cuando viviste brevemente conmigo, ya adulto. Porque tejimos una relación desde que eras niño y viajabas conmigo en esos periplos de periodista.

Abelardo Carrillo Zavala te recordó cuando se enteró de esa terrible noticia que me abatió y en privado provocó el agudísimo dolor que te impacta en el pecho y provoca el grito de dolor. 

Hay que decirlo, Moy: fue un íntimo momento que hoy comparto. Sabes cómo soy.

Pero…

Me reconforta que quienes te conocieron te ponderan en el recuerdo. Mi compadre Abelardo Martín decía que eras un muchacho muy correcto y me urgió a salir del luto que me tuvo hundido durante meses.

Y es que, Moy, sabes que te traigo en el alma y como Yaz andas en cada rincón de mi casa y me visitan en madrugadas como ésta en la que escribo y desdoblo las hojitas en las que de pronto garabateo recuerdos, pasajes, citas.

Sí, como aquella despedida de fin de año cuando los tres nos fuimos a la discoteca y el sueño te ganaba porque eras un niño acostumbrado a dormir a sus horas.

Fuimos a Guayabitos y nos divertimos, viajamos en ferrocarril y cuando el año era joven hicimos un alto, al retorno, en Guadalajara.

Yaz adolescente y tú, un niño de diez años y te compartimos la promesa que hicimos Yaz y yo de nunca separarnos. Nos habían dejado en la orfandad porque así se le pegó la gana al destino.  

Por eso, Moy, mi amado Moy, seguimos juntos; están aquí muy dentro de este espacio lleno de cursilería que se destraba sin pudor y se muestra frente ante quienes comparto la intimidad del luto que siempre me acompañará porque no es acto de contrición. No, es recordarme todos los días que la vida sigue y está vedado hacer premoniciones de adversidad.

Te caes y te levantas cuantas veces sea necesario es filosofía de la discreta familia que formamos. Y te levantaste y fuiste un triunfador. Te extraño, Moy, te extraño y te lloro en esta intimidad porque soy congruente. El dolor no se comparte, se asume como penitencia que tiene temporalidad. Y quien lo niegue, miente.

Dice mi compadre Alfredo Camacho que sólo quien lo tiene sabe el tamaño del dolor de saberse solo cuando los seres amados agarran camino.

¿Por qué pintan de negro al luto? Mejor sería que cada quien escogiera el color del luto que lleva, porque se llora y sufre la partida, sin saber o no querer enterarse de que en ese mundo etéreo hay color. Lo negro es perversidad con la que se quiere pintar el destino final.

¿A poco no, Moy? Tu destino es multicolor como la paleta de tus diseños, de las playeras, vestidos o pijamas que diseñabas. Porque quienes me leen deben saber que eras diseñador textil, un excelente diseñador que, incluso, ganó un concurso internacional y te fuiste a vivir a Ecuador.

Hoy es día para hablar de ti. Al 12 de mayo lo declararé Día de Moy.

Porque se me pega la gana y es mi personal reconocimiento que trasciende al luto y me obliga, como te gustaba, a sonreír porque la vida ha sido pródiga conmigo, tanto que me dio 6 hijos y dos de ellos, tú ya Yaz, decidieron hacer cauce hacia el destino de quienes los recordamos con profundo amor.

Hoy, viernes 12 de mayo de 2023, Moy, te recordarán, junto con Yaz, en la misa comunitaria que se oficiará en memoria de los dos en la iglesia de San Cayetano, aquí cerquita de la casa a la que llegamos cuando ya ibas al CCH Naucalpan, nuestra escuela Moy,

Hoy, a las siete de la noche frente al sacerdote que oficiará la misa me sentaré junto a ti, a un lado de Yaz y abrazado también por Daniel y Carlitos. Hoy te recordaré como todos los días: con amor y orgullo. Y le dirás a Yaz: mira a mi papá. Y me bulearán por cualquier motivo. 

Así éramos, así somos. Gracias amado Moy por tus enseñanzas, lecciones de vida; creo fui buen alumno y extraño tus pláticas. Te extraño. Digo.

MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN

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@sanchezlimon1