Hoy, permítanme mis doce lectores, el tema de entresemana es de los periodistas.
Se vale.
El reciente miércoles 7 de junio, un centenar de trabajadores de medios de comunicación, conocida con el genérico de la prensa, es decir, periodistas, reporteros gráficos, editores, jefes de información, algunos de ellos incluso funcionarios y exfuncionarios de oficinas de prensa, nos reunimos para conmemorar el Día de la Libertad de Expresión.
Alejados del bullicio y de la falsa sociedad –José Alfredo Jiménez, dixit—también celebramos que desde el púlpito mayor, el de Palacio, no nos hayan exterminado como gremio. Y no entremos en barroca discusión respecto de la nacencia y significado de la fecha.
Pero.
Nos reunimos a desayunar y hablar de lo nuestro en un salón fifí –el Juárez, ¡sopas!--, de una posada fifí que opera con el alias de Hotel Barceló, en el Paseo de la Reforma.
Y nos merecemos ese trato que nos dimos y que se posibilitó merced a los buenos oficios de los colegas Rafael Flores y Javier Cerón, curtidos reporteros que, junto con otros colegas buscan la unidad del gremio y se echaron el boleto de organizar el ágape.
Desde que falleció Armando Navarrete, mi amigo y hermano de oficio reportero, aludí al gremio como una familia que en esos días había perdido a uno de sus integrantes.
La dolorosa partida de hijos e hijas de esta familia, regla del destino que se enluta en los tiempos recientes por la maledicencia delincuencial. Y el ejercicio del periodismo en México se ha convertido en la profesión más peligrosa del mundo.
Sí, familia periodística en la que conviven hijos aplicados y rebeldes, colegas cabronas –que son amplia mayoría en las fuentes-- y los jóvenes que han llegado en tropel y requieren de comprensión cuando evidencian ausencia de vocación o se imaginan con el Pulitzer en la bolsa y no saben quién diablos fue Fidel Velázquez y confunden a la sintaxis con un platillo exótico.
Soy de esa generación de periodistas que, en primera fila, ha sido testigo del dinámico y sorprendente cambio habido en México en el último medio siglo, en todos los rubros.
En un abrir y cerrar de ojos nos topamos con la realidad que hace varios ayeres imaginábamos novela de ciencia ficción.
Y Julio Verne se quedó corto y el reloj de “El Santo llamando a Blue Demon” hoy es juego de niños junto con los celulares que se venden en puestos callejeros o las Laptop que vinieron a suplir a las Olivetti portátiles –como la que Chucho Saldaña cargaba en las giras presidenciales—y las computadoras de escritorio que desplazaron a las máquinas Remington de tracción animal.
Sí, seguramente usted no sabe cómo vivimos y convivimos los periodistas, los reporteros en las fuentes de información. Y en nuestra vida familiar y sentimental, porque también lloramos amores y crisis económicas cuando no alcanza para los uniformes de los hijos o la colegiatura de los mayorcitos y la señora reclama aumento en el gasto porque no es Bartola.
La historia contada de un día en la vida del reportero que desayuna con diputados y come con gobernadores y, en la cena con empresarios en un restaurant de Polanco, a las once de la noche lo comen los nervios porque se le va la última corrida del Metro.
¡Ah!
Pero…
Es probable que usted haya escuchado al licenciado presidente llamarnos fifís, chayoteros, periodistas vendidos, neoliberales y conservadores, golpistas y hasta traidores a la patria. Ganas de joder y dividir y alabar a los mercenarios y descalificar a la colega o el colega que pregunta y Su Alteza Serenísima le responde con otra pregunta:
--¿De qué medio eres?
--Del Reforma—responde el reportero que igual le puede decir de El Universal, Excélsior o El Financiero. Y el licenciado presidente le espeta:
--¡Ah!, ese inmundo pasquín que miente y escandaliza, que es amarillo…
No, señoras y señores, las y los reporteros ejercemos un oficio le llaman profesión y lo es, más en estos tiempos en que las empresas piden hasta doctorados para pagar salarios miserables y explotan a quienes deben trabajar multimedios por el mismo boleto.
Pero, bueno, ese es un asunto que debe tratarse en otro espacio, porque éste está dedicado a reconocer y abrazar a mis colegas de todo el país que ejercen con libertad el oficio, a quienes la libertad de expresión no les suena a logro político de un sexenio porque no debe prestarse a comparativos.
La libertad se ejerce y se gana y defiende todos los días.
Y de esa y otras lindezas inherentes a los y las periodistas, como genérico de oficio y profesión, hablamos en esta reunión de reencuentros y reparto de sonrisas y abrazos y buenos deseos.
Pocas veces puede verse juntas y juntos a tantos comunicadores (as).
Y el micrófono se abrió para una pléyade interesante de quienes tenían mensaje y fueron convocados en una lista que se amplió hasta que llegó el mediodía y vinieron las despedidas.
Ahí los mensajes.
Maru Rojas propuso bautizar con el nombre de Ricardo Rocha al galardón que anualmente se entrega en la reunión de Los Reporteros; Maxi Peláez planteó crear un fondo económico para ayudar a colegas desempleados o con urgencias de atención médica.
Y Abelardo Martín Miranda que dio lección de periodismo y habló acerca de la pérdida del rigor informativo. Roberto Vizcaíno consideró necesario dejar de atacar al licenciado López Obrador porque ya se va.
Pero, mire usted, más allá de estas posturas y de la solicitud de mercenarios de la mañanera por ingresar al salón, que fue rechazada porque no se les considera parte del gremio, lo interesante de este desayuno-sesión fue haber reunido a un centenar de ellos y ellas que ya llevan algunos antieres en el ejercicio de la profesión.
Bueno, también asistieron jóvenes y jóvenas periodistas. Una reunión, dirían los clásicos, a toda madre sin medias tintas, de besos y apapachos, de sonrisas y brillo en la mirada por la emoción de saberse vigentes. Pese a todo.
La crónica de sociales diría, como si fuera de Agustín Barrios Gómez, en El Heraldo de México, o texto de Yolanda Cabello, o de Enrique Castillo-Pesado en El Universal, en aquellos tiempos idos, por ahí vimos a:
Luz Elena Chávez González, Mónica Livier, Javier Velázquez Flores y Rosa Elena Vázquez, Ana Cristina Peláez y Norma Meraz, Manuel LLarena y Georgina Howard.
Por ahí saludamos a Rocío Villagarcía y Guadalupe Moreno, Miguelo Rocha Valencia, Rodolfo González Sarrelangue, Judith Sánchez Saúl Santana Hernández, Mercedes Carrillo...
Nos encontramos con Arturo Suárez Ramírez y Luis Repper Jaramillo, Javier López, Norberto López, Paco Ramírez, Angélica Pérez Nochebuena, Fernando Sánchez Márquez, Dora Jordá, Miguel Ángel López Farías, Jorge Tinajero y nos enviaron video mensaje Ciro Gómez Leyva y Carlos Loret de Mola.
Un minuto de aplausos en memoria de Ricardo Rocha y otra tanda para las y los colegas que han sido asesinados durante la gestión del licenciado López Obrador.
Hartos colegas, hartas colegas, ofrezco disculpas a quienes no cité pero, ¡ah!, como chinga el canijo alemán. Todos en siete de junio de 2023.
Usted no está para saberlo pero es un enorme orgullo pertenecer a esta familia más vilipendiada que reconocida; son tiempos de la maledicencia. ¡Recórcholis, Drakko! Digo.
MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
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@sanchezlimon1