“Así, enamorada/ escucha esta canción/ que es para ti/ y deja que esta noche, apasionada/ el mundo juzgue locos
a los dos…” Pedro Infante
“¡Señor Presidente!, allá afuera preguntan y yo le pregunto: ¿qué vamos a hacer sin usted”
Quien, hace unos días, dijo este cuasi cumplido que por poco arranca una lágrima al todavía licenciado López Obrador fue un reconocido periodista que transita, desde hace años, en el elogio al Presidente en turno sin pizca de crítica.
¡Válgame, Dios!
Por supuesto, entre gitanos no se leen las cartas.
Pero el tema, si usted me lo permite, viene el caso con esto de las giras y encuentros de despedida del prócer que, cantarán los juglares de la 4T, un día salió de Villa Tepetitán para darse una embarrada en la UNAM y, listo que es, se adueñó de la industria de la protesta y entre promesas, deslealtades y traiciones se apoderó de la Presidencia de México.
Hay muchas voces autorizadas que cuentan esa trayectoria, incluso salpicada de misoginia, de Andrés Manuel.
Guadalupe Acosta Naranjo y Jesús Zambrano son algunos que, integrantes de la cúpula del Partido de la Revolución Democrática, en su momento conocieron de sus desplantes y caprichos, cuasi enfermizos como aquella decisión del plantón en Paseo de la Reforma de la Ciudad de México, en protesta por el dizque fraude electoral de 2006.
Hoy, elevado su ego a la quinta potencia, aunque como usted lo constató esta semana se sabe despreciado por ciudadanos que le gritaron dictador, pero incluso por jefes y jefas de Gobierno y de Estado a quienes consideraba sus cuadernos de doble raya, en la despedida se atreve a suplicar:
“Nada más que vuelvo, les vuelvo a pedir a todos que ya no me busquen allá”.
¡Ah!, pero refiere: “me voy a quedar aquí unos días para aclimatarme y luego me voy a ir allá; entonces, pedirles que me ayudan si no me visitan porque, si van, lo van a usar de pretexto mis adversarios disfrazados de periodistas para ir a espiarme (…)”.
Siempre los canijos periodistas, pero los de verdad, los profesionales y…
Allá, es La Chingada, su modesto y franciscano rancho en Palenque, Chiapas, quiere estar supuestamente alejado de la política y de los lame suelas –en mi pueblo les dicen de otra fea manera—para escribir e investigar asuntos de historia.
Lo cierto es que hasta allá lo perseguirá la decepcionante y falsa postura de jefe de Estado porque ha resultado un dictadorzuelo, aunque sostiene que no ha reprimido ni perseguido ni torturado.
Ha sido peor: el crimen organizado es gobierno de facto en más de la mitad del país. Asesinatos, ejecuciones, levantones, cobro de piso, extorsione, enfrentamientos como en Sinaloa que lleva 18 días de éstos entre las bandas de los chapitos y los mayitos.
El gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya sabe sobradamente de este asunto y, en otro tiempo ya habría sido desaforado y sujeto a proceso por sus evidentes vínculos con el Cártel de Sinaloa. Lo ha admitido
¡Ah!, pero el Duce y Rocha Moya e incluso la Princesa Caramelo, dicen que la prensa exagera. Amarillistas, los llama Su Alteza Serenísima y consulta con los youtubers y esos personajes que por el hecho de deambular en redes y lambisconear con celular en mano se asumen periodistas.
Esos son los periodistas de la 4T. No nos confundan, jóvenes y jóvenas, señoras y señores, aquellos mercenarios son los que en la mañanera obedecen órdenes del vocero Jesús Ramírez y preguntan a modo, le tienden la mesa al Santo Niño Fidencio de la Charca del Zócalo para lucimiento personal.
¡Chingón!
Sí, Mire usted, en la mañanera de ayer un personaje que se asume profesional y de libre pensamiento en su canal y redes, que todo mundo sabe son inyectados con recursos públicos vía publicidad oficial,
Pero, lea lo que expuso y luego preguntó:
“Presidente, por congruencia, llevamos el sexenio hablando de este tema, en algún momento usted decía que no quería que aquí se dieran a conocer a los periodistas favoritos del sexenio pasado; al final, aquí se dio la lista de los favorecidos con los 60 mil millones de pesos que invirtió el gobierno de Enrique Peña Nieto en publicidad oficial”.
¡Recórcholis! ¿Y?
“Y para cerrar, presidente, muchas gracias. Esta será seguramente la última oportunidad. Qué lástima que no vimos a Brozo a Riva Palacio aquí, presentar las pruebas de que esta mañanera era una producción de Ramírez Cuevas para beneficiarlo a usted. Aquí nunca vinieron a decir lo que dijeron allá, que esto estaba arreglado. Le agradezco siempre que me haya permitido con toda la libertad exponer este y todos los casos que hemos expuesto en su sexenio. Gracias, presidente”.
¿Qué le parece la exposición, queja, reconocimiento pusilánime, o como usted quera calificar a lo dicho por ese gran periodista que tiene vastos recursos, aunque lo niega, para andar de viaje por Estados Unidos y donde se le pega la gana?
Y ahí le va otro ejemplo de estos mercenarios que se asumen independientes y aceptan como desayuno huevo con cátsup y un pan, luego de aplaudir al licenciado presidente y gritar al unísono “es un honor…”.
--Nada más despedirme de usted después de 20 años de cobertura periodística. Eso es todo, nada más –le dijo una reportera afín ayer en la mañanera.
--¿No quieres venir conmigo? Ven, ven –respondió Andrés Manuel invitándola a su lado en el atril.
--Digo, porque me programaron para el 1° de octubre, pero… Veinte años de cobertura periodística. Muchas gracias.
Cuando usted estaba solito, ¿recuerda que lo seguía?
--¿Cuántos años llevas? —le inquirió Andrés Manuel.
--De periodista 24 y 20 cubriéndolo, y desde el 2016 a la fecha de manera interrumpida –atendió la periodista, y siempre en la cobertura de las actividades de López Obrador. O sea.
Le platico el contraste. El mandatario saliente sí se reunía, en la despedida, con los periodistas que cubrían sus actividades.
Y nunca nadie agradeció que hubiese libertad de expresión ni se postró zalamero para llorar por la despedida.
Cuando Ernesto Zedillo se despidió del poder convocó una reunión privada en la residencia oficial de Los Pinos y no se anduvo con lloriqueos.
--¿A qué se va a dedicar, a partir de mañana que entregue la Presidencia a Vicente Fox? —le preguntó un colega.
Copa de vino tinto en mano, igual que los reporteros, Ernesto Zedillo comentó que aún no tenía definida una tarea, pero ya habría tiempo.
--En Crónica hay un espacio para usted, doctor—le dije. Entonces yo era reportero de La Crónica de hoy.
--Pero recuerde que mi piso es de Presidente—planteó en alusión al salario que tenía como mandatario.
--Usted preséntese, presidente. Luego hablamos del salario—le respondí y todo mundo rio sin rubores.
El colega Fermín Aguilar, reportero de Ovaciones, terció:
--En Ovaciones también tenemos espacio, presidente –le dijo.
--Me gusta. Pero como editor de “la 3” –confió Zedillo. Y, entonces, hubo carcajadas porque “la 3” de Ovaciones era la página donde se publicaban mujeres en paños menores.
Le platico de estas experiencias como periodista que nunca supe de una despedida en la que los reporteros agradecieran al presidente respetar su libertad para publicar lo que les constaba de la actividad del mandatario.
Pero, vaya. Tiempo al tiempo: ¿gracias, señor presidente? ¿De qué? Por favor, no nos confunda. Los periodistas andamos en otro lado, en el ejercicio de la profesión, del oficio y sufrimos este proceso de aniquilarnos por la vía de la inanición publicitaria y descalificarnos e insultarnos todos los días.
Esto se le acaba y se va a La Chingada. Rima, rima; y se va pero con un breve respiro en la capital del país para dizque aclimatarse. Sí, caray, perder el poder está cabrón. ¿Y qué tal que la Princesa Caramelo despierta un día en Palacio y decide mandar literalmente a la chingada al tutor que se resiste a la mudanza? ¡Recáspita, Drakko!
MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
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@sanchezlimon1