La renuncia de Omar Fayad, ex gobernador de Hidalgo, a 40 años de militancia priista confirma, lo peligroso y
equivocado que puede ser para la oposición, seguir adelante con ese plan de depurar la alianza antiAMLO, marginando al PRI para incorporar en ella a Movimiento Ciudadano, impulsada por algunos panistas, como Ricardo Anaya y el propio Marko Cortés.
Si en este momento dejan fuera de la ecuación a lo que queda del PRI, los opositores del disminuido PAN y el casi extinto PRD no solo quedarán bajo las órdenes de un viejo lobo llamado Dante Delgado, también estarán asegurando la victoria arrolladora de Morena en 2024, y algo aún más importante: su consolidación como partido ultradominante, hacia un futuro más allá de 2030.
La tesis es simple pero no por eso poco sólida: Morena en el poder, es una tentación natural, como destino, para muchos priistas que tienen en su formación política y naturaleza, prácticamente en su ADN, la pertenencia al gobierno en lugar de la lucha desde la oposición. Formar parte de una alianza opositora surgida de una extraña hermandad con el panismo y el perredismo, derivada de la derrota, la orfandad y el discurso ofensivo de López Obrador contra todos, contuvo relativamente esa proclividad natural de muchos priistas, a ponerse a las órdenes del gobernante en turno. Lo mismo hicieron varios cuando Vicente Fox y Felipe Calderón ganaron y gobernaron; aceptaron y hasta buscaron, integrarse a su equipo de trabajo. Ahí están nombres como Oscar Levin, Alfonso Durazo, Javier Lozano o Diódoro Carrasco entre muchos más.
En el presente, la negociación particular de gobernadores en Sonora, Nayarit, Hidalgo, Edomex, Colima, Tlaxcala entre otros, ya con Morena, confirma que “la cabra siempre tira al monte”. Los mandatarios estatales priistas que han negociado la entrega “pacífica” de sus plazas con Morena, como evidentemente lo hizo Fayad, han recibido, además de la garantía de no ser investigados, premios de consolación en forma de consulados y algunas embajadas. Lo mismo ocurrirá con el hidalguense que, como mínimo, puede aspirar a vivir tranquilo y sin sobresaltos, en libertad, a pesar de las malas cuentas que dejó en Hidalgo con independencia del resultado electoral.
Expulsados de la alianza opositora por la mala fama de la marca y el poco prestigio de su dirigente, Alejandro Moreno, a muchos priistas que hasta hoy habían resistido la tentación, no les quedará otro destino que Morena. Ese sería el desenlace de la maniobra que promueven Anaya, Dante Delgado y otras figuras que todavía piensan que solo hace falta una depuración de logotipos para volver triunfador el tridente que fracasó en el Edomex porque su “operador ciudadano”, Claudio X. González, no logró conectarlos con la sociedad.
Para el presidente López Obrador, desfondar al PRI es condición para refundar el sistema de partido ultradominante y ese siempre ha sido el objetivo superior en su proyecto de concentración de poder.
A Morena le falta estructura y capacidad de organización jerárquica a nivel local. Con la expulsión de lo que queda del PRI de la Alianza Va por México, el PAN y ese oscuro veracruzano que encabeza Movimiento Ciudadano, y de quien siempre se ha sospechado que trabaja para López Obrador, podrían estarle entregando al presidente la llave que le hace falta para refundar el sistema político, al que se le han invertido los últimos 30 años, desde 1994, en desmontarlo.
Alejandro Envila Fisher
@EnvilaFisher