Si alguien está urgido de aprovechar el fin del sexenio lopezobradorista y el inicio del mandato de Claudia Sheinbaum
para evaluar su presente y su futuro, es el Partido Acción Nacional, pues quizá la inminente renovación de su dirigencia marque su declive definitivo, porque todavía creen tener el monopolio de la inconformidad ciudadana ante la 4T.
Si en el PAN las cosas avanzan por el rumbo que se advierte, con el regreso de Ricardo Anaya el próximo dirigente nacional panista será Jorge Romero . De concretarse su ascenso, habrá muerto el último vestigio del partido ciudadano, de corte conservador pero moderado desde que controló las tendencias yunquistas a su interior.
Hoy que Acción Nacional ha regresado a los niveles de votación de finales de los años setenta, para ser un partido del 15%, hasta el ultraconservadurismo cristero parece hacerles falta. El grupo que se apoderó de la dirigencia y está decidido a no soltarla como ocurre con Alejandro Moreno y sus secuaces en el PRI, no tiene forma de vincularse con la sociedad porque carece de credibilidad y de prestigio. En lugar de avanzar en una refundación, esos panistas de ocasión parecen atrincherados y decididos a conservar el control del partido que ayudaron a hundir.
Jorge Romero, su carta fuerte para relevar al perdedor Marko Cortés, es el personaje más impresentable, incluso más que el actual dirigente con todo y que se atrevió hasta a exhibir sus negociaciones de candidaturas a cambio de notarias y cargos en Coahuila.
Si algo golpeó al PAN y anuló su última oportunidad de ser una opción competitiva en 2024, fue el escándalo del Cártel Inmobiliario. Arrogantes y confiados en un enojo social sobredimensionado, los panistas nunca supieron cómo superar una narrativa que generalizaba y ocultaba corruptelas inmobiliarias en administraciones morenistas en la CDMX, pero que tenía mucho de verdad en el caso de los sucesivos gobiernos azules en la alcaldía Benito Juárez.
La noticia es que el creador y jefe del Cártel Inmobiliario azul se llama Jorge Romero. Lo formó cuando era el jefe de gabinete de un restaurantero metido a político en Benito Juárez: Mario Palacios, y lo consolidó cuando él mismo se convirtió en jefe delegacional.
La historia de corrupción y abuso de Jorge Romero no empezó con el coyotaje, desde el poder, de los permisos para construir pisos excedentes a los cuatro niveles en las nuevas edificaciones dentro de la alcaldía. Antes ya había mostrado su voracidad cuando, de la mano de Mariana Gómez del Campo y cobijados en el manto protector presidencial, al menos así aplastaba ella a todo aquel que se le oponía, como Carlos Gelista, se apoderaron del PAN-DF a través de inflar el padrón de militantes para ganar, con votos de empleados suyos que no eran militantes, las contiendas internas por las candidaturas. Dentro del PAN, aquella operación identificaba a los falsos militantes como los “chocotorros”. Romero avanzó, se apoderó de los padrones, aprendió a manipularlos y cuando Calderón dejó de ser presidente, se deshizo de su sobrina pero se quedó con el botín que amasaron juntos.
Hoy, el PAN pretende renovar su liderazgo nacional encumbrando al panista jefe de la mafia que hirió de muerte la fama pública el partido. El resultado es previsible. Cuando Marko Cortés se inclinó por hacer a Romero coordinador de los diputados federales a cambio de poner a su servicio al grupo de mapaches azules que formó a lo largo de los años, se les advirtió que la cola de Romero era tan larga, que Claudia Sheinbaum no tendría problemas para desprestigiar al partido azul con el enorme expediente del personaje. Cortes y su grupo no hicieron caso y así les fue. Ahora volverán a ignorar la señales porque prefieren repartirse una perrogativa cada vez más reducida y negociar sus votos, que salvar a su partido.
Por supuesto, ese movimiento ciudadano autonombrado Marea Rosa, que nació para defender al INE primero y a la Suprema Corte después, sin lograr la fuerza suficiente para unir a Xochitl Gálvez con la sociedad civil y convertirla en una candidata competitiva, no ve con buenos ojos a Marko Cortés, Jorge Romero, Ricardo Anaya, y el falso y fracasado panismo que esa triada representa.
Alejandro Envila Fisher
@Envila Fisher
Periodista, abogado y profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM. Dirigió durante 15 años la revista CAMBIO y Radio Capital. Fundó y dirigió durante cinco años Greentv, canal de televisión por cable especializado en sustentabilidad y medio ambiente. Ha sido comentarista y conductor de diversos programas de radio y televisión. También ha sido columnista político de los periódicos El Día y Unomásuno, además de publicar artúculos en más de 20 periódicos regionales de México desde 1995. Es autor de los libros “Cien nombres de la Transición Mexicana”, “Chimalhuacán, el Imperio de La Loba” y “Chimalhuacán, de Ciudad Perdida a Municipio Modelo.