En su primer mensaje la presidenta Claudia Sheinbaum anunció una iniciativa de reforma para reducir el costo de las
elecciones. Lograrlo sería un éxito si se conserva la credibilidad y confianza en el sistema electoral construido a lo largo de 40 años. Lamentablemente, hacerlo es más difícil que decirlo.
Disminuir los costos del sistema electoral mexicano es bastante complejo, tanto por las repercusiones políticas como por los intereses de los partidos. Hoy la única forma posible, sin dinamitar la confianza ni retroceder en la fortaleza institucional y credibilidad de la organización electoral, construidas a base de múltiples reformas, incontables candados que lo encarecen y decenas de miles de millones de pesos invertidos en financiar los cambios que le dieron credibilidad, es formalizar y generalizar como práctica obligada no alternativa, la votación por internet.
Votar a través de internet nada tiene que ver con los ejercicios de votación en urnas electrónicas en la Ciudad de México con pobres resultados. Implicaría conectarse desde casa o el teléfono móvil, desde el extranjero o desde cualquier entidad federativa, a un sitio web seguro y certificado del Instituto Nacional Electoral, programado y diseñado profesionalmente, con una interfase amigable que ofreciera a las y los ciudadanos la posibilidad de distinguir, con imágenes, entre los candidatos para votar, previa identificación con los datos de su misma credencial para votar y un token automático, generado desde la misma aplicación al momento, válido durante dos minutos, pero renovable, como medida de seguridad contra duplicaciones o suplantaciones de identidad.
Votar por internet no haría gratuita la organización de las elecciones. Estas seguirían costando miles de millones de pesos, pero sí permitiría ahorrar otros miles de millones en boletas electorales, elaboradas con toda clase de sellos y mecanismos de seguridad para evitar su falsificación. También abatiría, y mucho, el costo de instalación de 170 mil casillas que hoy se distribuyen a lo largo del territorio nacional. Mamparas, mesas sillas, crayolas, tinta indeleble, perforadoras, sobres, engrapadoras, sábanas y otros accesorios indispensables en el modelo de votación física. Ese costo disminuiría al menos a la mitad, si se proyecta el sufragio por internet en un país que ya es mayormente urbano, donde hay más líneas de teléfonos con acceso a internet que cuentahabientes bancarios. Se puede conservar la mitad de la infraestructura física, casillas y boletas para aquellos que quieran votar de forma tradicional.
Votar por internet permitiría ahorros de miles de millones de pesos y una disminución del gigantismo que aqueja, y seguirá aquejando al sistema electoral mexicano porque cada elección hay más ciudadanos mayores de 18 años.
Votar por internet puede hacer realidad la idea de viajar y sufragar el día de la elección, sin importar que el votante de Tlalpan se encuentre en Nueva York de paseo, o en Atizapan de Zaragoza visitando a sus amigos. Eliminaría el costo del engorroso y poco eficiente proceso de registro para votar desde el extranjero, que tantos inconformes dejó el pasado 2 de junio.
Votar por internet puede ayudar a abatir el abstencionismo, porque facilita el ejercicio de ese derecho a personas enfermas, discapacitadas y adultos mayores, quienes también son parte de la era digital.
Votar por internet ayudaría a disminuir la inseguridad por la violencia electoral en regiones de Sinaloa, Tamaulipas, Michoacán, Estado de México, Morelos o Guanajuato.
Algunos sostienen que una votación digital carece de confiabilidad porque es susceptible de ser manipulada. Quienes piensan eso, deberían reflexionar que, en México todos los días esos ciudadanos que “no confiarían en una votación por internet”, realizan transacciones comerciales por decenas, cientos o miles de pesos por internet; recargan saldo a su teléfono móvil, pagan servicios de electricidad o telefonía, su hipoteca, la mensualidad de su vehículo, impuestos, compran desde su ropa hasta el súper, además de boletos para el cine o un concierto, envían dinero a sus seres queridos para que lo retiren sin tarjeta. Todo lo hacen a través de aplicaciones en su dispositivo móvil o computadora. Esas aplicaciones permiten elegir mercancías y transferir el costo de los bienes y servicios contratados a cuentas de empresas, en México, Estados Unidos o China, con un elevadísimo nivel de confiabilidad. Todas son operaciones realizadas en internet.
Si la presidenta Sheinbaum quiere revolucionar la organización electoral y abatir el costo de los comicios, el voto por internet ofrece la vía posible y conveniente para hacerlo, pero para lograrla tendría que empezar a impulsarla justo ahora que inicia su sexenio.
En otra entrega, habrá que analizar las resistencias que se enfrentarán para abatir el costo de las elecciones.
Alejandro Envila Fisher