En los próximos días se confirmará el rumbo y se definirán los matices, si los hay, del nuevo sistema político, todavía en
construcción, a cargo de Morena y las diferentes corrientes que lo integran como movimiento. El bloqueo del domingo al acuerdo político para que el Partido Acción Nacional asumiera la Presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados durante el próximo año, fue una victoria de los duros en Morena, decididos a la construcción de un sistema de partido único en el que no exista más expresión que la suya.
La presidencia rotativa de la Mesa Directiva en San Lázaro es el resultado de un antiguo pacto de convivencia entre partidos, que incluso se llevó la ley. En sus orígenes, ese pacto fue exigido y promovido por el antecedente de Morena, el desaparecido PRD, de la mano de los panistas para evitar la manipulación priista de las sesiones en el Congreso.
A consecuencia del acuerdo, que es la ley, como segundo grupo parlamentario en tamaño, al PAN le corresponde presidir la Mesa Directiva y por lo tanto la cámara baja durante el segundo año de la legislatura. Sin embargo, El diputado o diputada que presida debe ser votado por una mayoría calificada de legisladores, sin importar el partido al que pertenezcan. El problema es que como otras leyes imperfectas, esta carece de mecanismo que obligue a los diputados a votar en el sentido necesario para cumplir el pacto de presidencia rotativa.
Ni toda la paciencia ni todos los conocimientos de derecho constitucional de Ricardo Monreal fueron suficientes para convencer al grupo de los duros de la bancada morenista, de honrar el acuerdo con el PAN porque está en la ley vigente. No es que los duros no entiendan la obligación legal, es simplemente que como su maestro, Andrés Manuel López Obrador, están convencidos de que no tienen por qué obedecer una ley cuando su contenido les parece inconveniente aunque sea de forma coyuntural. Están convencidos de que si tienen los votos, pueden bloquear el cumplimiento de la ley a su antojo.
La candidata original de acción nacional para presidir la cámara de diputados era Kenia López Rabadán. La crisis detonó cuando los radicales en Morena decidieron vetarla contra la opinión de Monreal y otros legisladores afines al zacatecano como Pedro Haces. Tras una negociación, el bloque radical de morena aceptó una propuesta monrealista: pedirle al PAN una lista de cuatro candidatos, entre los cuales Morena elegiría al que aceptaban como presidente de la cámara. Sabedor de que se configuraba una maniobra para pisotear el acuerdo político de presidencia rotativa consagrado en la ley, y también de que no tiene los votos para evitarlo, el PAN reviró con una lista de cuatro inaceptables para el morenísimo: Margarita Zavala, Germán Martínez Cázares, Federico Döring Casar y la propia Kenia López. Al elaborar su lista los panistas sabían que la presidencia rotativa estaba cada vez más lejos, por lo que su objetivo fue exhibir de la forma más evidente posible, el incumplimiento de la ley y el agandalle del bloque radical morenista.
Lo siguiente es historia. Ante el rechazo de los cuatro, Morena decidió que la presidencia de Sergio Gutiérrez Luna, el próspero esposo de la diputada Dato Protegido, se prorrogue al menos 5 días más para dar tiempo a que se negocie la elección de un panista aceptable para el morenismo radical, si es que eso existe.
Hay quien dice, con razón, que la radicalización de los duros de Morena es respuesta en la forma en que se líquido políticamente a una de sus figuras principales la semana pasada: Gerardo Fernández Noroña. Lo que no se evalúa en ese grupo es de dónde vino la andanada contra Noroña, porque ni la información de su casa en Tepoztlan ni los datos sobre los donativos ilegales y anonimos que recibe, salieron de la oposición partidista.
Como sea, el episodio marca otra vuelta a la tuerca en la construcción de un sistema político autoritario y decidido a cerrarle todos los espacios que sea posible a las voces disidentes de otros partidos.
@EnvilaFIsher