Hace unos días, la discusión nacional giraba en torno a la salud de un presidente que no merece ni un minuto
de preocupación por parte de una ciudadanía. Si algún diagnóstico pudiera deducirse de los síntomas que mostró al “resucitar”, sería una ‘severa intoxicación provocada por su propia ponzoña’.
El fútil interés por el ‘desmayo temporal’ de López Obrador se desvaneció frente a la serie de reformas aprobadas de manera ilegal por sus lacayos en el Legislativo, que afectan de forma directa o indirecta a casi todos los sectores. Sin embargo, también ese tema tan grave quedó rápidamente sepultado en los titulares gracias a la jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Scheinbaum, que sigue sacando raja ‘post mortem’ al circo que montó el pasado sábado en el Zócalo. La propaganda invade los medios y las redes con la intención de convencer al público de que la cantante española Rosalía no cobró por su presentación (lo cual no significa que salió gratis), aunque el verdadero objetivo es hacer campaña presidencial anticipada.
Atarantados con tanto distractor, estamos perdiendo de vista que en un mes se juegan las gubernaturas del Estado de México y Coahuila. Coahuila está prácticamente asegurada para la oposición, pero en EDOMEX los momios están demasiado parejos, más de lo que las fraudulentas encuestas de Morena reconocen. Existe la peligrosa posibilidad de que la candidata de Morena, una delincuente electoral probada que dejó un faltante de más de 800 millones de pesos en su breve paso por la SEP, llegue a gobernar la entidad con más presupuesto de la Federación y mayor número de electores. Eso le allanaría el camino a Morena para repetir triunfo en 2024.
Resulta por demás inquietante que, siendo sus delitos del dominio público, exista tanta gente dispuesta a dejar su estado en manos de Delfina Gómez. Una cosa es votar por un candidato y que después resulte corrupto y otra votar por un corrupto. Poco podemos hacer desde la trinchera ciudadana con esa masa acrítica que entrega su voto el mero día por una mísera carnada, sin pensar en el día siguiente. Pero hay algo todavía más indignante: esa gran parte de la población que, teniendo juicio crítico, no encuentra utilidad en ir a votar, siendo que su voto tiene el poder para detener en seco el proyecto destructor de Morena.
A diferencia de lo que se presume, en 2018 no fue Morena el partido preferido por la mayoría de los mexicanos. Si bien es verdad que 30 millones de electores votaron por el candidato presidencial de Morena, también lo es que 40 millones eligieron el “partido político” del Abstencionismo, dejando su destino en manos de una minoría, considerando que el Padrón Electoral era de 90 millones de personas.
¿Por qué no votaron?
El abstencionismo es un fenómeno constante y complejo. Para muchos mexicanos, abstenerse de votar es la forma de expresar su desagrado hacia las opciones que la partidocracia ofrece, transformándose en el grito silencioso de la mayoría. Los abstencionistas no suelen ser apáticos ni indolentes, actúan por convicción. De ahí que más que ser el problema, pueden convertirse en la solución, siempre y cuando se convenzan de que su voto puede hacer una diferencia significativa.
Para combatir el abstencionismo hay que conocer sus causas. Es importante preguntar a cada individuo la razón por la que se abstiene, obtener y registrar sus respuestas, estudiarlas y descubrir los patrones que conlleva tal decisión. Para eso existe la tecnología. Y con esa información estratégica, la sociedad civil puede hacer una labor hormiga efectiva para vencer el abstencionismo.
Contrario a lo que se supone, los abstencionistas no son apolíticos; la mayoría, sobre todo los que tienen familia, muestran interés en la política y en lo que sucede en el País. Simplemente, las opciones y sus propuestas no llenan sus expectativas, o peor aún, ya no creen en las promesas de los políticos. No los culpo, hay menos héroes que villanos en la clase política, incluso en estos momentos en los que hay tanto en juego. Por eso, los mexicanos tenemos que ganar esta batalla con, sin o a pesar de los políticos. Nuestra causa es salvar a México. Pero hay una realidad insoslayable por ahora: los partidos y candidatos son los que van a estar en las boletas.
Es comprensible que votar por los partidos que nos han decepcionado en el pasado nos provoque disonancia cognitiva; sin embargo, perder la democracia por permitir que se instaure una dictadura nos debería provocar un peor escozor moral.
¿Quiénes son los abstencionistas?
Contrario a lo que se cree, a mayor nivel de estudios y nivel económico, más dejan los mexicanos de ir a votar. Y aunque son los más afectados, los jóvenes entre 18 y 30 se abstienen más de votar que los adultos.
Los abstencionistas se encuentran principalmente en la clase media, ese sector que ha sido tan castigado, insultado y amenazado por este gobierno. Sólo una cuarta parte de este grupo sigue las campañas políticas, y de esos, sólo la mitad se informa a profundidad sobre las distintas opciones. Si decidieran acudir a votar, la mayor parte de los abstencionistas no lo haría por el populismo, e este caso, por Morena. Buscarían opciones orientadas a la idea de unidad y a la proyección de país. De ahí la relevancia de que acudan a votar.
Por más razonado que sean el voto, al final son las emociones las que nos mueven a los seres humanos. Claro que las emociones que mueven al voto populista son distintas de las que mueven el voto demócrata. En este orden, al voto populista lo mueven: la venganza, el enojo, la incertidumbre, el abandono y la tristeza; mientras que al voto demócrata lo mueven: la unión, la incertidumbre, el enojo, la confianza, la empatía y el agradecimiento. Hay pequeñas diferencias entre hombres y mujeres en cuanto al orden de algunos factores.
La venganza del desprotegido
Una buena parte de los ciudadanos que aplicaron el voto de castigo en 2018 no lo hicieron porque los convenciera la opción política elegida, sino por la posibilidad de tomar revancha contra los que consideraban sus opresores. El voto parejo de castigo se convirtió en una generalidad emocional tribal, por lo que fue emblema y grito de guerra de quienes lo usaron. La mayoría de estos votantes no estaban interesados en un resultado benéfico a nivel social y sí en la revancha, no sólo contra las figuras políticas sino contra los estratos sociales que a ellos les parecían parte del problema. Casi ninguno esperaba que su situación cambiara, les era suficiente con evitar que las fuerzas políticas que consideran enemigas ganarán las elecciones.
Hoy, más de la mitad acepta que la solución no fue la conveniente y, sin embargo, aun si tuviera la oportunidad de corregir el voto que emitió en 2018, no cambiaría su forma de votar en lo que a la Presidencia se refiere, pues votaron por una figura que consideraban igual a ellos. Pero sí podrían cambiar su decisión de voto de parejo/castigo en elecciones posteriores.
Según la percepción de algunos ciudadanos, el voto parejo/castigo logró frenar lo que ellos consideraban la raíz de sus problemas, aun cuando casi la mitad terminó aceptando que su situación es más precaria ahora. El voto de castigo terminó por castigarlos a ellos.
El tsunami demócrata
El humano es tribal por naturaleza, por lo cual el voto populista siempre estará presente en cualquier incipiente democracia. La nuestra no es la excepción y sí una en la cual el voto populista puede tener mayor repercusión y efectos negativos para todos los mexicanos.
De igual manera, el voto inteligente es tribal, pasional y viral en el individuo, pero con una gran diferencia: lo cuestiona y confronta, logrando que el razonamiento propio, independientemente de las limitaciones personales del individuo, lo lleve a emitir una decisión, dándole la oportunidad, conveniente para toda democracia, de cuestionarse diferentes opciones y evitar tres acciones importantes: abstenerse - emitir un voto parejo/castigo - carecer de información que facilite su decisión.
El voto inteligente tiene una función y meta contundente en contra del factor populista autoritario: equilibrar las distintas fuerzas políticas en las Cámaras. Ésa es la solución más efectiva para detener cualquier embate populista-autoritario. El equilibrio de fuerzas en las Cámaras evita que las leyes que soportan el autoritarismo pasen y sean aprobadas de manera fluida, sin mayor reflexión ni resistencia, tal como lo estamos sufriendo en estos momentos. Si no fuera porque Morena perdió la mayoría calificada en las elecciones intermedias de 2021, a estas alturas ya seríamos una dictadura consolidada.
La estrategia a nivel nacional debe promover el Voto Inteligente en cada estado, sección y distrito electoral, pues los resultados en cada elección suman puntos para obtener más diputados plurinominales. DE ahí que aunque no residamos en el Estado de México o Coahuila, todos los mexicanos debemos interesarnos y activarnos para motivar a los abstencionistas para que acudan a votar. Perder estos bastiones de la oposición hará más difícil evitar que Morena repita el triunfo en 2024, y más peligroso aún que ganar la Presidencia sería que recuperen la mayoría calificada que les permita cambiar la Constitución.
Toca enfocarnos de aquí al próximo 4 de junio.
Elena Goicoechea
Analista política y activista libertaria
Fuente: Reporte de Abstencionismo, Coalición por México