LA AUTONOMÍA EN  LA UNAM

Tengo el privilegio de haber cursado la Licenciatura y la Maestría en Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Doctorado en Derecho en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex),

 ambas universidades públicas y laicas. La primera punta de lanza en el en cuanto haber desempeñado un papel protagónico en la historia de la autonomía en favor de la entonces Universidad Nacional de México, que beneficiaria posteriormente a todas las instituciones de su tipo en el país.

La autonomía a las universidades está establecida en el artículo 3 de la constitución, y esta hay que entenderla, no como un “extraterritorialidad” o “territorio autónomo”, sino la capacidad que tienen las instituciones de organizarse con libertad en su autonomía de gobierno, administración, docencia, investigación y cultura, siempre con apego a la leyes nacionales y locales.

A 91 años de la lucha por esa libertad, inicia partir del movimiento estudiantil universitario de 1929, en el cual por cierto participó el mexiquense Adolfo López Mateos, culmina el mismo cuando el entonces presidente de la República Emilio Portes Gil presentó el proyecto de Ley Orgánica de la UNAM, en el que la Universidad Nacional de México adquiere el nombre de autónoma, dejando de depender de la Secretaría de Educación Pública y se sientan las bases para conformarla plenamente.

La misma, ha permitido a las universidades realizar su labor en un ambiente de libertad y creatividad que ha influido en la calidad de su trabajo, y que, para el caso de la UNAM esta condición ha sido fundamental para el cumplimiento cabal de su labor.
La UNAM en pleno año 2020 enfrenta, sin duda, los retos de la contingencia sanitaria por el COVID 19 y también de un país en el cual las circunstancias mundiales la obligan a estar permanente actualizando planes y programas de estudio. Asimismo, la inversión en la educación pública es regateada año con año y que en la década de los 60 y 70s del siglo pasado hay que recordar que se han violentado su autonomía. Por ello vale recordar a Andrés Bello, y su frase: “La Universidad, señores, no sería digna de ocupar un lugar en nuestras instituciones sociales, si el cultivo de las ciencias y de las letras pudiese mirarse como peligroso bajo un punto de vista moral, o bajo un punto de vista político.”
México no podría entenderse sin sus instituciones de educación superior públicas, como la UNAM, IPN, UAEMex, la UPN, UAM, entre muchas otras, con ese compromiso social para el que fueron creadas, que todo mexicano que quiera estudiar tenga un espacio donde prepararse profesionalmente.
Siempre será un orgullo ser parte de la Máxima Casa de Estudios, lugar del conocimiento, diálogo y reflexión. La universidad revela la vocación humanística con la que fue concebida, al más puro ideario de José Vasconcelos, decimos: “Por mi raza hablará el espíritu”.