Como lo señalé en la colaboración pasada, con la alternancia política, en el año 2000, el ciclo del Partido Revolucionario Institucional, concluyó como Partido hegemónico, y arribo al Poder ejecutivo el panista Vicente Fox Quesada, con lo que el tema de la inseguridad en esos seis años comenzó a sentar
sus reales en muchas partes del país, con la continuidad de los azules, ahora con Felipe Calderón Hinojosa quien en una controvertida elección frente a Andrés Manuel López Obrador, declaró la “ Guerra al narco” al poco tiempo de asumir el poder en aquel 2006, e inició una muy severa descomposición de las policías en los tres ámbitos de gobierno, que en ese momento se llegó a considerar el más sangriento de la historia.
Nos faltaba ver cómo las cosas se descompusieron aún más durante la administración del Presidente Enrique Peña Nieto, quien no logró concretar la Gendarmería Nacional, y los índices de homicidios y desapariciones en México, no sólo no disminuyeron sino se incrementaron, es decir 18 años de permanente guerra entre grupos de la delincuencias organizada y de los diversas corporaciones policíacas y las fuerzas armadas contra los primeros, por lo que literalmente en muchas regiones del país, son cementerios de historias de terror.
Si bien es cierto, que todos los expresidentes, como el actual titular del Ejecutivo Federal han dicho que se debe combatir de raíz las razones que llevan a jóvenes y adultos a enrolarse en la delincuencia organizada, en el fondo los hechos nos muestran que el problema es mucho más complejo, toda vez que involucra a la familia, quien te inculca principios y valores, entre ellos el respeto a la autoridad y el amor a México, otro de los rubros es la falsa realidad que se ha creado el acceso al dinero fácil y finalmente el desempleo con los salario sumamente bajos, hacen que haya un caldo de cultivo para la delincuencia.
Sin embargo, la actual administración federal, ha señalado que se continuará con la política de atender las causas que generan violencia, y no combatir a la delincuencia más violencia, bajo el slogan de “abrazos no balazos”.
Recientemente el INEGI dio a conocer en su Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) da a conocer, en la que el 66.4% de la población de 18 años y más considera que vivir en su ciudad es inseguro, siendo ciudades como Fresnillo, Ecatepec de Morelos, Cuernavaca, Gustavo A. Madero, Uruapan y Guadalajara, donde los índices son de 94.2, 89.9, 87.8, 86.4, 86.3 y 86.1% respectivamente.
Por otra parte, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, dio a conocer que se tiene un promedio de 82 asesinatos diarios. Mientras que Causa en Común, A.C., se ha dado a la tarea de revisar la prensa local de todos los estados y en su informe de enero a junio de este año, por solo mencionar lo menos escabroso, se detectaron 278 masacres, 242 asesinatos de niños, niñas y adolescentes; 269 feminicidios con crueldad extrema y 594 fosas clandestinas.
Y qué decir en estos rubros, el INEGI señala que, en lo referente a la percepción de inseguridad en espacios físicos específicos, hasta marzo de 2021, el 78.4% de la población manifestó sentirse insegura en los cajeros automáticos localizados en la vía pública, 71.2% en el transporte público, 63.4% en el banco y 59.2% en las calles que habitualmente usa.
En cuanto a los delitos de alto impacto como son el homicidio doloso (víctimas), lesiones dolosas por disparo de arma de fuego, así como al robo a bordo de Metrobús o cualquier transporte público, robo a casa habitación con y sin violencia, hablan de una disminución que va del 40 al 45%, comparando 2021 con 2019, dato que puede ser creíble si bien la población ha dejado de acudir a sus trabajos haciendo home office, con motivo de la pandemia. Solo el Estado de México y Veracruz fue menor la disminución con solo menos del 20 %.
Ciertamente el problema de la inseguridad en un asunto que nos compete a todos sin excepción desde los núcleos familiar al insistir en los principios y valores, así como ampliar las oportunidad de educación, capacitación y formación profesional a las nuevas generaciones, que puedan acceder a un empleo que les pague de manera digna y le permita tener un ingreso por encima del salario de subsistencia, de lo contrario se suma el riesgo de que solo estamos “ cambiando para seguir igual.” Nadie gana en este terrible asunto de la inseguridad.