México y la mayoría de países de Latinoamérica son países en vías de desarrollo, inclusive de acuerdo con sus altos índices de pobreza y la desproporcional distribución de la riqueza son catalogados como tercermundistas y subdesarrollados, lo que se refleja en bajos niveles de ingresos y en
indicadores como infraestructura, nivel de servicios públicos, eficiencia de sistemas de salud y nivel educativo.
En ese sentido destacados académicos de descendencia latina coinciden que para sacar a un país de su miseria, es necesario elevar su nivel educativo; reconocen que en la región existe lo que se conoce como fuga de cerebros y gran potencial humano. Por lo que derivado de diversas recomendaciones de la ONU y UNISEF a países del centro y Sudamérica, concentraron sus esfuerzos en mejorar el nivel y la calidad de la educación, donde incluso algunas Universidades, de Colombia, Chile y México, lograron avanzar en el ranquin mundial; y universalizar el acceso a la educación.
Uno de los problemas más graves de la región sur-centro de nuestro continente es el rezago en materia de educación, que disfrazado con los destellos de genialidad espontáneos, se oculta debajo de las evidentes crisis políticas, económicas y de salud; haciendo que los esfuerzos por combatirla se opaquen por la desigualdad social, la escasez de recursos en zonas rurales y la falta de alimento en las zonas populares de las grandes urbes; provocando que la disyuntiva entre educarse y sobrevivir se incline por la segunda.
Situación que en la actualidad se ha agravado, pues según datos de la UNISEF y el Banco Mundial tan sólo en América Latina alrededor de 170 millones de niños se retiraron de las aulas derivado de la crisis sanitaria. Obligando a los sistemas educativos, a implementar alternativas para seguir educando a nuestros niños; sin embargo, la premura e improvisación han provocado que su efectividad no sea la esperada. Sumado a ello se enfatiza que la región se caracteriza por problemas económicos y desigualdad social, lo que no obstante la buena intención de los nuevos planes educativos, se vuelven obsoletos en zonas rurales donde actualmente no cuentan con servicios básicos como la energía eléctrica o no tienen acceso a una televisión, ni mucho menos internet.
Debemos poner especial atención a la crisis educativa cuyos estragos no son evidentes e inmediatos como los de las crisis económicas y de salud, pero sus afecciones son a largo plazo y devastadoras, pues se recalca que la única forma de erradicar el deterioro del tejido social y la pobreza es mediante la educación, paralelamente ligada al combate de la crisis alimentaria, pues como dijo Gerardo Reyes (exponente de la música regional mexicana), “la letra no entra cuando se tiene hambre”.
En conclusión, es claro que el regreso a clases presenciales es necesario para no ahondar el rezago educativo. Pues aun cuando no tengamos asegurado el derecho humano a la salud, debemos estar conscientes que el virus SARS-CoV-2, llegó para quedarse y debemos aprender a vivir con él, a no bajar la guardia y seguir extremando cuidados; y respecto a nuestros niños, los padres o tutores, estamos obligados a enseñarlos a cuidarse y dotarlos de todos los insumos suficientes y necesarios.