La verdad, como se ha dicho en Palacio Nacional, solo que Mario Aburto (asesino confeso) tuviera una versión distinta a todo lo que ya se conoce, valdría considerar la reapertura del caso Colosio.
Además, no sería suficiente con abrir la boca y lanzar imputaciones. Lo que se dijera, tendría que estar respaldado con pruebas. Las autoridades no pueden ni deben prestarse a juego de mentiras.
Ha sido un caso muy doloroso para el país, con tesis encontradas, primero la del complot y luego la del asesino solitario. Prevaleció la segunda y así se cerró el sangriento capítulo.
Al margen de las investigaciones llevadas a cabo por diferentes fiscales, la sociedad sacó su propia conclusión.
La tragedia dio lugar a la realización de documentales y películas que alimentaron la especulación. Nada nuevo, más de lo mismo, lo que ya se sabe y se ha dicho. En otras palabras, la comercialización del crimen de un candidato presidencial en México.
Por quejas sobre las condiciones en las que Aburto se encuentra en prisión, distanciado de su familia, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos tocó el asunto.
Seguro que se inquietó más de uno solo de escuchar la posibilidad de reabrir una investigación cerrada, concluida. Inquietud por el manejo o manipulación que se pudiera hacer del episodio.
Por fortuna, se reaccionó con sensatez para no admitir meros dichos, sin prueba alguna.
Han pasado 27 años del asesinato, Luis Donaldo Colosio ya merece que lo dejen descansar.
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