Parece un sermón de aquellos que a todos alguna o muchas veces nos recetaron, como dicen los clásicos, los autores de nuestros días. Mire a ver. Por más que uno quiere creer en los políticos de este país, pácatelas, nos sorprenden de nuevo con algo peor.
El punto viene a cuento una vez más ante el escándalo en curso del departamento que usa prestado y sin ningún interés de por medio –hay que decirlo- la señora ex actriz de Televisa, Angélica Rivera, esposa nada menos que del primer político del país.
Si creíamos –tan ingenuos siempre los mexicanos- que la Casa Blanca era todo, pues no. Cuando casi digeríamos la súplica del perdón presidencial, aparece este nuevo affaire habitacional en la exclusiva zona de Key Bizcaine. Millones, no de pesos que va, sino de dólares, que uno nunca sabe bien a bien de dónde salen porque a decir verdad los sueldos en México, incluido el de presidente, pues no da para tantos y más bien millonarios dólares, menos aún cuando se trata de una moneda cada vez más alejada de la inmensa mayoría de los bolsillos mexicanos, salvo –claro- de los que si saben cobrar y más aún vivir de lo mejor, poniendo a salvo y muy alto su elevada dignidad humana.
La presidencia del país, hoy tan venida a menos, tan chiquita y casi diminuta, reaccionó de inmediato al rechazar la versión periodística sobre el lujosísimo piso en la Florida. Lo hizo no para pedir otro perdón, sino para rechazar la versión.
Pero llaman la atención un par de hechos. Uno, el pago con 24 años de anticipación del crédito total del apartamento que sí es de la señora Rivera por casi un millón 400 mil dólares a menos de 50 días de convertirse en esposa de Peña Nieto. Llama la atención digo, por el monto y la casi coincidencia matrimonial. El otro hecho relevante es el origen del financiamiento a través del banco del magnate portugués Ricardo Espírito Santo Silva Salgado, quien tiempo después se declaró en bancarrota y estuvo involucrado en un escándalo legal por presunta evasión fiscal y lavado de dinero. Admito que los clientes bancarios no eligen a sus acreedores, pero queda allí algo de sospechosismo en particular porque es claro que la mujer del césar no sólo debe ser decente, sino parecerlo.
Otro hecho que llama a la sospecha es que se dijo una verdad a medias cuando en noviembre 18 la señora Rivera admitió la propiedad de un departamento en la Florida, pero nunca dijo que usaba otro de un potencial contratista del gobierno y mucho menos que éste señor tenía una hermana vinculada a los beneficios del gobierno.
Más todavía. Ricardo Pierdant, el magnánimo y desinteresado empresario, reivindicó la amistad con el presidente Peña desde que ambos tenían 18 años, pero claro una amistad tan suficientemente sólida que lo condujo a pagar impuestos por 29 mil dólares en 2013 a favor del departamento de la señora Rivera. De esos amigos, tan desinteresados y sumamente generosos, todos querríamos a menos uno solo. Pues dicen que amor con amor se paga. ¿En qué quedamos?
Por eso es que ya ni al presidente le creemos y eso es grave. ¿o no?
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