Las negociaciones, de alguna forma hay que llamarlas, que hace más de 90 días sostienen el gobierno a través de la Secretaría de Gobernación y el ala dura de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (Cnte) definirán en buen parte el cierre del sexenio del presidente Enrique Peña y aún influirán en la pugna, ya en curso y
con todo, por la candidatura presidencial dentro del equipo presidencial. Este apunte, les aseguro, no es exagerado.
Como un péndulo se desplazan estas negociaciones. A ratos surge la amenaza del garrote gubernamental. Allí están las advertencias del propio titular de Segob, Miguel Angel Osorio Chong, sobre el “deadline” para alcanzar un acuerdo. Aunque reiteradas, esas advertencias sobre el uso de la fuerza felizmente se han congelado en el tiempo, lo que claro ha significado una merma del prestigio del ex gobernador hidalguense y aspirante presidencial.
De igual forma, el titular de Educación, Aurelio Mayer, un cartucho quemado para la presidencia, ratificó todo el tiempo su firme negativa al diálogo hasta que se sentó a negociar porque después de todo es de sabios rectificar y/o cambiar de opinión o modo de ver las cosas.
La máxima advertencia a la CNTE recién acaba de llegar. Provino nada menos que del presidente Peña. Primero a las aulas y luego al diálogo, planteó el jefe del Ejecutivo. Ratificó así la sólida determinación del gobierno que encabeza de llevar adelante la madre de las reformas.
Por el lado de la CNTE, ésta insiste en la derogación total de la reforma educativa. La Cnte ha ganado tiempo y concesiones diversas, entre ellas la liberación de varios de sus principales dirigentes. Se mantienen firmes en el combate a la reforma, en un rechazo que apuntalan con bloqueos, protestas y marchas.
Así, el péndulo se desplaza de un lado a otro sin que hasta el momento haya definiciones de fondo sobre si permanece o se va la reforma. De allí que el desenlace de este pulseo, a cualquiera de los lados, tendrá un impacto casi definitivo en la forma en que el presidente Peña marque el final de su sexenio.
Si cede, habrá un costo elevadísimo para el gobierno que encabeza, ya de por sí mermado por otros factores, entre ellos el descrédito de los escándalos de corrupción, la ausencia de crecimiento económico sólido, la inflación escalada, la fuerte devaluación, el fracaso de prácticamente todas las reformas que impulsó y el acoso criminal, entre otros.
Si el gobierno de Peña mantiene la reforma a rajatabla, como todo parece indicar, no es descartable en absoluto un episodio violento. ¿De qué tamaño? Es una incógnita, pero dependerá en buena parte de la reacción magisterial y los grupos que lo apuntalan. Esto lo sabe el gobierno, apenas contenido hasta ahora , pero presionado por grupos empresariales y otros, para que de una vez termine la crisis magisterial, así sea a punta de bayoneta.
En la escena prelectoral y tras bambalinas, aparecen lidiando fuerte los grupos que encabezan , Luis Videgaray , quien se bien se sabe impresentable, maneja sus fichas –que no son pocas- para sacar el as bajo la manga. Videgaray, el cerebro gris del gobierno, apuesta a suceder a Agustín Castens en el Banco de México.
Del otro lado de la mesa aparece el propio Osorio Chong, quien se sabe ya en desventaja, aumentada con la llegada al PRI de Ochoa Reza, pero aún no descartado. En el medio, el conflicto de la CNTE, como un péndulo que se mueve a ratos a favor, otros en contra de los grupos de intereses. Veremos. El tiempo apremia.
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