Porque las cosas buenas casi no se cuentan, pero cuentan mucho: al gobierno federal sólo le quedan dos años.

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Columna REPORTE LEGISLATIVO

La semana pasada el presidente Enrique Peña Nieto invitó a Donald Trump a la Ciudad de México, lo que causó descontento entre los ciudadanos debido a los comentarios racistas que ha vertido reiteradamente contra los

mexicanos.

Lo acontecido el miércoles evidenció varias situaciones, la primera, que esta presidencia carece de esencia, el mandatario no conoce de relaciones internacionales, de otro modo sabría que no debió invitar y anunciar con bombo y platillo (cual si fuera un jefe de estado) a un simple candidato. Tal vez él y sus asesores, o a quien se le haya ocurrido “tan brillante idea”, no dimensionaron el problema, no vieron que se meterían en camisa de once varas, y seguramente, tampoco pensaron en qué pasará si gana Hilary Clinton.

Segunda, el nivel de descontento por esta acción presidencial, por esta ocurrencia nocturna, fue grande y seguramente seguirá cobrándole factura a este gobierno y a su partido. Una vez más, quedó demostrado que Peña Nieto no nos representa a los mexicanos y ahora ni con una disculpa borrará esta indignante decisión; sin embargo, en el mundo surrealista, ese en el que habitan y que sólo comprenden los priistas, la visita fue todo un éxito y ni qué decir de la conferencia, donde prevalecieron los dotes valerosos de Enrique.

En tercer lugar, Trump demostró ser un farsante y Peña que no tiene los tamaños para enfrentar a un tirano, sin duda, él resultó ser  el gran perdedor, debido a que no consiguió una disculpa pública por las ofensas; durante la conferencia, se desdibujó por completo ante las declaraciones del candidato, quien sólo lo utilizó para levantar su campaña, es claro que en suelo mexicano matizó su postura pero al llegar a Arizona volvió a la estridencia y en los días consecutivos, al discurso de odio.

Tristemente, también pierde México, pues como país el tener un presidente tan pequeño, borrado e incompetente deja estragos; sin embargo, no todo está perdido, pues si  las cosas buenas casi no se cuentan, pero cuentan mucho, la única cosa buena de este gobierno federal es que solamente le quedan dos años.