Vuelve la burra al trigo

SINGLADURA

Ya no sé qué es peor: si la visita de Trump a México o la persistencia del presidente Peña en defender su decisión de invitar al país al candidato republicano a la Casa Blanca.

Aludo de nueva cuenta el episodio a propósito de una entrevista difundida por Milenio Diario en la víspera, que coincidió con el rechazo de la candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Hillary Clinton, de venir a México. Clinton hizo lo que muchos temíamos desde el 31 de agosto último cuando el señor Trump se enseñoreó en Los Pinos. Clinton cerró la pinza al presidente Peña, quien quedó atrapado y lacerado en su propia trampa. Esta vez la señora Clinton y el señor Trump coincidieron y le hicieron el “uno-dos” al presidente Peña, quien perdió de todas todas.

Para colmo de males –si es que hicieran falta-, el presidente Peña buscó a su colega estadunidense Barack Obama en el marco de la cumbre del G20 para “explicarle” los motivos que lo llevaron a abrir Los Pinos al señor Trump. ¿Hacía falta que el presidente diera alguna explicación a Obama sobre la decisión que tomó de invitar al republicano? Hasta donde se sabe por las fotos difundidas, Obama sólo sonrió, palmeó en los hombros al presidente mexicano y se reservó cualquier comentario.

Sobraba me parece la “explicación” del presidente Peña a Obama. ¿Para qué insistir y dar explicaciones –no pedidas hasta donde se sabe- de una decisión soberana en todo caso? ¿Supone acaso el presidente Peña, que Obama convalidaría la invitación nada menos que al adversario político de Hillary Clinton, tan demócrata como el presidente Obama?

Suponga usted, por ejemplo, que cualquier país o el sureño vecino de México –Guatemala- invitara en plena campaña a un adversario del partido del presidente Peña –el PRI, si- para convertirlo en interlocutor. ¿Le encantaría al presidente Peña, le encantaría al PRI?

A esta serie desafortunada de episodios en la relación entre México y Estados Unidos, sigue la persistente decisión presidencial de defender la invitación y entrevista con Trump. ¿Por qué insistir? Desconozco si es por estulticia pura o ingenuidad extrema, imperdonable en un presidente.

¿Cómo defender el fracaso absoluto para el gobierno y quien lo encabeza que significó la visita al país de Trump?        ¿Cómo insistir en que se actuó en defensa e interés de los mexicanos? Qué no es suficiente constatar el repudio de una inmensa mayoría de los mexicanos a ese hecho. Asombroso que se insista en defender lo indefendible. Al error se añade necedad.

¿Y sabe usted afable lector (a) que es lo peor? Le digo: el presidente ya no puede darse el lujo ni siquiera de pedir perdón. Se le acabó ese recurso. Lamentable.

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