Llueve y harto en México. Pero no se trata de la tormenta tropical Newton, que recién pasó por Sonora. Aludo a la intensa tormenta política, económica y social que castiga al país sin que el gobierno del presidente Peña atine a contener. Peña hizo un cambio en Hacienda y decidió un ascenso en Sedesol, éste último alejado de los propósitos
teóricos de esa secretaría. Miranda llega hasta la titularidad de Sedesol, más con el encargo de “operar” los bajos fondos de la política electoral que se avecina con especial fuerza en el Estado de México, que de paliar los peores efectos del desastre económico, disimulado si acaso, en que está sumido el país. Una evidencia más de que lo primero en México, son los intereses de la política o el poder, por encima de resolver los problemas nacionales.
Aunque el gobierno se dice empeñado en resolver los problemas del país, más bien parece obstinado en agravarlos. ¿a quién le importa resolver la problemática de la pobreza, por ejemplo? El país sucumbe al fardo de una pobreza que agobia a más del 50 por ciento de la población, con ribetes y señales contundentes de un constante empeoramiento. Pero los políticos se llenan la boca diciendo que hacen todo el esfuerzo para sacar de la pobreza a la inmensa mayoría de los mexicanos. ¿Quién se los cree ya?
En estos días de crisis económica acentuada, falta de crecimiento sólido, devaluación monetaria brutal, encarecimiento de bienes y servicios como no se había visto en los tres últimos sexenios, escasez y/o insuficiencia de empleo y en general un decaimiento generalizado del país, me pregunto por qué habríamos de pagar una pensión presidencial más, esta vez de Peña Nieto, apenas deje el poder en 2018.
¿Se ha ganado el presidente su pensión? La respuesta es clara: no. Su gestión exuda fracaso por donde se la mire. Tras casi cuatro años de gobierno peñista, el país está hundido en un virtual colapso, que podría incluso arrastrar a la propia presidencia. Pero no, qué va. Peña se irá en poco más de dos años del poder. Le irá maravillosamente bien, pero el país que deje atrás, estará cercano al colapso, si no es que antes del relevo presidencial éste estalla.
¿Deberíamos pagar una pensión vitalicia, sino al causante, al responsable en alto grado de semejante estado de cosas? La respuesta es clara. Peña no debería cobrar una pensión, como tampoco debieran hacerlo otros ex mandatarios, Calderón y Fox incluidos. Sería una sanción legítima de la soberanía popular. Cómo premiar con semejante pensión a quienes condujeron al país al deplorable estado en que se encuentra? Y como ellos no mostraron y tampoco Peña seguramente lo hará, un mínimo de decoro para rechazar esa pensión, debiera convertirse en una iniciativa legislativa para poner un coto a semejante abuso. Y de allí pal real. Presidente que deje trastes rotos, que los pague. Sería una forma de hacerlos responsables de sus actos y pésimos gobiernos. ¿O no? Después de todo, ellos se van con las faltriqueras llenas y nosotros, los mexicanos de a pie, aqui seguimos.
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