Los tres reyes magos

Columna ¡QUE CONSTE,… SON REFLEXIONES!

Los tres reyes magos son parte de la historia de los sueños, de la magia, de los olores de la mirra e incienso, en el oro, la plata y el cobre, la contradicción entre el pesebre pobre y en el viento de desierto, en la persecución de un

rey que no sabía más que asesinar como lo hacen los políticos en el poder, acobardado, buscando llegar con su filosa espada a decapitar a un inocente que protegido por los ángeles y querubines celestiales no dejaron que la traición se consumara en ese tiempo…durante años, cuando tomamos conciencia de que llegan las cosas por algo que nadie sabe sino es por una historia que tiene un sueño y una esperanza, se cree en los Santos Reyes, se piensa que van en el camello, el caballo y  elefante recorriendo distancias enormes siguiendo una estrella que nadie sabe de dónde se llegó por el ancho camino del cielo.

         Un día, me encontré una pequeña lupa, no sé de donde llegó ni cómo se prendió a mi mano buscando un punto luminoso con el Sol para quemar un papel de china, un papel color de rosa mexicano, subido en su color, como caramelo, esperando la envoltura de un gran rayo de Sol. En verdad que cuando jugaba solo, me gustaba hacerlo, me construía los sueños y las realidades, eran como un conjunto de luces y de pequeñas muestras de la magia que existe en los niños y que pierden los adultos. A mí me gusta platicar conmigo mismo, es como sentir cada letra y cada palabra con cada pensamiento que llega desde la nada. ¿Sabes de donde llegan los pensamientos o las ideas? nadie sabe dónde está el origen, tal vez en lo que ves, lo que escuchas, lo que sientes, lo que gustas, pero todo es como magia que va conformando las cosas y te envuelven como a un tamal en la hoja del maíz, el origen de la vida, de donde salen los tata mandones o los gritos de desesperanza y de miedo y dolor y de miseria y agonía, de soledad, de pérdida de vida. Es cierto, la vida se va perdiendo cada vez que se va ganando el tiempo que es lo que avanza y no para, nadie lo detiene, ni siquiera la esperanza, ni la magia, ni el dolor, ni la muerte, ni la vida, es como todo poderoso, es como el que no tiene origen ni fin… ¿será por ello que con el tiempo se piensa en la muerte porque es como el destino envuelto en llamas?

         El otro día, no sé cuándo ni cómo, me llegó la imagen nítida de una flor de heliotropo, naranja, redonda en sus hojas, reptando en la tierra con sus verdes y sus sombras y aquella flor morada que salía de una grupo de hojas largas, estaba en la puerta de entrada del infierno de la crujía M, de la cárcel de Lecumberri, la circular, esperando el rancho, el carrito que llevaba la comida que no sabía a nada y sabía a todo, con los pedazos de hueso más que de carne, con las papas aguadas entre el caldo apestoso a cebo y frijoles bayos, con bolillos medio secos, se servía en esos platos de metal con compartimentos que se superaban…. y el dolor de la soledad, ese dolor de la nada, de pensar en el tiempo sin saber en qué parará, solo, tirados algunos, lloriqueando y quejándose de su suerte, buscando culpables y no viendo sus debilidades y sus enterezas, pero así es la cárcel, es un enorme vestido de piedra, de piedra gris con gritos de “¡Alerta, uno… alerta dos…. alerta tres, y así hasta que se pierde el número en ese infinito que castiga como látigo de ceguera y de luz”. En la Cárcel, no hay amigos ni soledades totales, siempre hay alguno que llora y otro que busca y ve, observa. El pensamiento es como lejano, está cerca de uno, pero muy alejado del corazón. La inseguridad es diaria, los gritos cubren las paredes y se escucha una oleada de lágrimas al lado de los pedos y los gritos o las loqueras de los marihuanos o de los cocos o picados, siempre hay un olor a mugre y a limpio, a sangre y a dulce, a esperanza y amor, a odio y tristeza… estoy encima de un tapete cargando el frío del suelo y del alma…ahí, te obligan a ver solo los muros y a lo lejos las nubes y las puertas de fierro y a cada uno con su vestido azul con el gorro… te tratan de igualar a los malos y buenos, a los valientes y cobardes, a los que lloran y a los que ríen, te quieren despersonalizar, para eso es la cárcel, para hacerte sentir que eres nada, nadie, “nadien”…el que se apendejó y chingose, el que no está al tiro se pierde o lo pierden, el que llora se muestra débil y está expuesto a que le lleguen los demás como chacales a la carne descompuesta, como ratas en basurero, como piojos en el cuerpo, como salpudillos de tristeza o de tensión y de no saber para cuándo o cómo…así se van perdiendo los hombres y los nombres en ese tiempo, y la fajina y el rancho es lo único que cuenta con el churro, el toque, el piquete, la botella… piensas que por algo se fugan las penas pero no, ahí quedan, como crudas, como sueños y pesadillas, como nada, porque no somos nada, nadie, “nadien”…

         Y en las noches, en la cama de piedra, la verdadera cama de cemento como de piedra, con el escusado a un lado, con la litera de piedra arriba o abajo, qué más da, es lo mismo de frío y de horror de pensar solo en la noche, escuchando los ronquidos, los quejidos, los llantos, los suspiros, escuchas el correr de ratas, de golpes de puertas, de gritos, de asaltos, violaciones, asesinatos, todo es en la noche, cuando aparentemente nadie puede ver y todos saben lo que pasa y todos callan por miedo o terror, por amenazas, porque la muerte no se puede quietar al que fallece y no se vuelve a la vida, y se deja en el silencio y la complicidad. La represión es día y noche, no tiene más ritmo que el tiempo y el despertar de los monos que van golpeando o llamando para aterrorizar a los que van o se quedan o se quejan o hablan… todos quieren gritar y la consigna es que sea el silencio y la soledad y la muerte chiquita, con frío, con temor, ahí, pegando la oreja a adivinar lo que pasa y nada pasa, porque no somos nada, nadie, “nadien”… y de pronto, como un dolor de muelas, un terrible dolor en el ojo, nadie sabe qué sucede en esa noche, solo se siente golpear, gritos ahogados, sordos, callados, la cuerda corre por el cuello y se queda quieto el colgado, el que paga por ese día o por los demás, el que se rifó, el que no se "asilencia", el que se buscó entre sus pantalones el valor y ahí quedó, colgado de un tubo que nadie explica como aguantó su peso y sus esfuerzos para continuar con vida, pataleando, pero quedó tieso, como nada, como nadie, como “nadien”… así es la cárcel, un gran vestido de piedra…premoniciones o realidades, nadie sabe, nada se sabe, a saber….hasta que algo estalle y todo se prenda de fuego y de llantos… como pariendo en el desierto, en el cal y canto….así se vivía el seis de enero en Lecumberri, entre el olor a sucio, drogas, sangre, ratas, dolores, miserias, represiones, soledades, terrores y miedos…indignados e indignos, un día como el de hoy…cuando se termina el puente Guadalupe-Reyes y se vuelve a la realidad…