No nos acostumbremos a la violencia

eslaeconomia

Cuando uno reflexiona sobre las nuevas generaciones no puede sino pensarse en varios contextos, uno de ellos es su relación con las nuevas tecnologías y todas aquellas herramientas de las que deberán hacerse llegar a fin de lograr competencias laborales y hasta personales.

Vemos jóvenes que ahora en vez de escuchar la radio como antaño en los autos de los padres, están pegados a los teléfonos inteligentes, con mayores accesos a datos, a información ilimitada a sólo un botón de distancia. Información que desafortunadamente presenta como denominador común a la violencia. De cualquier tipo, de género, física, psicológica, violencia relacionada con el narcotráfico, violencia política –acentuada por los tiempos electorales-. Pero algo debemos hacer para erradicar de nuestra normalidad estos actos y más aún, para enseñarles a las nuevas generaciones que hay más, que esto no debe ser nuestra normalidad.

La cultura de la normalidad y de la pasividad ante la violencia como marca generacional se está apoderando de nuestro discurso: “mataron a dos en una disco”, “hallaron dos encajuelados en la autopista”, “se escucharon intercambio de balazos anoche”, “asesinaron a otro periodista”, los medios, las redes sociales, nosotros mismos hemos vuelto lo cotidiano en apología del delito.

No acostumbrarnos a la violencia significa ir más allá de aquel ranking en que tenemos dentro de los países más inseguros, por ejemplo, para desempeñar la profesión del periodismo, donde estamos junto con países como Afganistan o Irak en el más “alto honor”, se trata de ir más allá de la indiferencia social –o paradójicamente ir más allá de la pertenencia a un estado de violencia- con la que miramos un noticiero, se trata de ir más allá de creer que los crímenes suceden en el lado norte de nuestro país, se trata de ir más allá de respuestas simplistas, que buscan la explicación de nuestros males sólo en las condiciones materiales –que si bien abonan-, se trata de solidarizarnos con lo que pasa en Egipto, en Suecia, en Londres, en Siria, en Venezuela, en Sudán del Sur, en Somalia, pero empezando por Guerrero, Tamaulipas, Chihuahua, Morelos, se trata de repensarnos y verificar hasta dónde hemos sido permisibles con la violencia, hasta dónde somos participes de ésta permitiendo que nuestras nuevas generaciones la vean como parte de la nuestra vida, donde multiplicamos acciones, discursos e información. Por favor, no permitamos acostumbrarnos, al menos eso hagámoslo bien.-