Más allá de la norma electoral, más allá de todos los mecanismos institucionales y legales para hacer de la nuestra una democracia electoral acabada, en cada proceso electoral podemos ver el nivel de las campañas políticas.
Por eso y con base en varios factores me permito aquí poner una receta para hacer una campaña, no importa de qué partido sea, si usted desea incursionar en política, sólo siga estos elementos al pie de la letra y verá lo sencillo que es hacer política y una campaña en nuestro país.
Tome usted sus gustos y preferencias como candidato o candidata, no importa si esto empata con las necesidades de la población, es más importante su buen gusto por una frase, un color, un eslogan, pregúntele a sus asesores, páguele a varios expertos en mensaje político, procure que el resultado vaya acorde al partido político que representa, sino tampoco importa. Entonces sí, agarre usted todos estos elementos póngalos en recipiente, digamos, una licuadora, súmele presupuesto público y obtenga una campaña electoral, inunde avenidas con espectaculares, trípticos, playeras, haga mítines y si no van amenácelos con quitarles los “privilegios” de los programas sociales, o bien págueles 400 pesos o 500, al fin cuenta con el recurso; haga muchos panfletos, contrate mucha gente para poner pendones donde se vea su rostro, miles de lonas, rete a debatir a los contrincantes. Prepárese para el debate. Aquí lo que importa es cómo ve a la cámara, la pose, la mirada, la sonrisa ¿el mensaje? Ah, ese no importa mucho, sólo dígalo como si lo creyera, seguro o segura, no importa si no lo cumple, de hecho no lo cumpla. Denoste todo lo que quiera durante el debate, no importa si no demuestra lo que dice, eso es lo de menos, las pruebas en políticas no superan a la percepción pública, aquí la arena es para darse con todo, llame corrupta o corrupto al otro, no importa que no entregue elementos de prueba. Prometa que va a cambiar el rostro de cada persona, que por fin llegó el político o política esperada y que usted tiene la fórmula que otros, durante cientos de años no han descubierto. Prometa, prometa mucho. Dígalo como si lo creyera.
Mientras esté usted en campaña busque el error del otro, póngale un “cuatro”, grábelo, publique las grabaciones, persígalo, vea en qué se equivoca, investigue a su familia, no importa si algún miembro sale humillado, investigue el pasado de su adversario, si encuentra algo “penoso” o “grave”, sáquelo a la luz, lo que importa es hacerlo quedar mal; páguele fuertes sumas de dinero a un ejército del “bots” para que disparen en las redes sociales en contra del contrincante, hasta la humillación si es posible.
Al final, si gana, dé un discurso enorme, diga que por fin comenzará la era de cambio para la población haya o no votado por usted, que perdona a todos sus adversarios porque el suyo será un gobierno abierto para todos, donde todos y todas cabrán. Celebre. Celebre mucho.
Pero si pierde, no se sienta mal, siempre hay espacio para comenzar campaña, aunque no sean tiempos electorales, al fin que 3 o 6 años se pasan rápido.
Por supuesto que estoy siendo sarcástico, pero el lector me disculpará pero después de ver el debate de ayer en el Estado de México, me doy cuenta el nivel de nuestra forma de hacer política. Hasta parece una copia fiel de la guía propuesta.
Y luego la clase política se pregunta por qué han caído en una espiral de descredito y escepticismo por parte de la población. Espero, de verdad espero, que veamos otra película en el debate que se dará en mayo próximo y que así sea para el 2018.
Eduardo López Farías.
Doctor en Administración Pública
Twitter: @efarias06