Henning Mankell es un escritor sueco conocido internacionalmente por sus novelas policiacas protagonizadas por el inspector Kurt Wallander, el personaje protagónico en todas ellas. Sin embargo, Mankell también fue creador de una amplia literatura de ficción de corte juvenil e infantil que
revela su interés por adentrarse en el mundo psicológico y social de este público lector. Sus historias se recrean en ámbitos culturales y socioeconómicos diversos e incluso contrastantes, tanto en la misma Suecia como en países tan distantes como Mozambique, en África.
En el caso de El perro que corría hacia una estrella, novela escrita en 1990, el personaje central es Joel, un niño sueco de once años de edad, que vive con su padre en un pequeño pueblo del norte de Suecia, junto a un río. Hijo de un leñador —que antes había sido marinero—, Joel es un apasionado de las historias que su padre le cuenta de sus hazañas marítimas, las que estimulan la imaginación de Joel al grado de anhelar conocer el mar, de viajar por el mundo como marinero y de protagonizar sus propias aventuras.
Por lo pronto, mientras sus sueños se realizan, Joel Gustafson acostumbra pasar largos ratos en la hendidura de una enorme roca, desde donde las historias de su padre cobran vida ante él, que es un niño solitario al que también le agrada contemplar su entorno a través de la ventana de su casa. Así, una noche de invierno de 1956, Joel descubre un perro solitario parado bajo una farola. Era un perro corriente, de los que se usan en la caza de alce, que de pronto se detuvo, olfateó en varias direcciones y luego desapareció.
¿A dónde iba? ¿Por qué miraba a su alrededor? Joel no lo sabía, pero fue de esta manera que Mankell nos introduce en la vida de su joven personaje, nos cuenta las hazañas que durante un verano lo lleva a crear una Sociedad Secreta que tiene como objetivo encontrar a ese perro que desapareció. Poco a poco surgen nuevos personajes que se interrelacionan con Joel y que le hacen reflexionar sobre lo difícil que es comprender a la gente mayor. “Sólo se puede entender a esos adultos que siguen siendo inteligentes como niños y que hacen cosas diferentes”, es la conclusión a la finalmente llega Gustafson luego de una serie de aventuras que con mucha facilidad logran despertar el interés de los lectores.
Con dedicación para sus nietos, El perro que corría hacia una estrella, obtuvo el premio sueco Rabén & Sjögren al mejor libro juvenil 1990, así como el premio alemán al mejor libro de literatura juvenil en 1993, es la primera de casi una decena de novelas en las que Mankell incursiona en el mundo de los jóvenes, y en las que con un lenguaje sencillo y fluido recrea situaciones cotidianas con un trasfondo humano y de gran sensibilidad. Por ejemplo, la ausencia de la madre de Joel, la añoranza que este abandono le provoca a él y a su padre; la necesidad de afecto que ambos sienten y que satisfacen al vincularse como Sara, la amiga de su padre, que es gorda, tiene pechos demasiado grandes, pero que cocina muy bien y que nota cuando él no quiere que le acaricie la mejilla.
Otros personajes singulares de esta novela con los que Joel Gustafson se interrelaciona son Simón Tempestad, el viejo albañil que todas las noches maneja un destartalado camión, que estuvo encerrado en un sanatorio psiquiátrico mucho tiempo, pero que luego salió y se curó cuando empezó a “hacer cosas hermosas”, como contemplar el lago de Los cuatro vientos. O la historia de Gertrude, la Sin Nariz, una mujer que vive sola, que hace lo que nadie espera, pero que a Joel le parece que tanto Simón como Gertrude son personas interesantes, dignas de pertenecer a su Sociedad Secreta.
Con estos personajes y otros, como Ture, el chico forastero que de pronto apareció en la cima de su roca junto al río, Joel vive un invierno lleno de aventuras, que lo hacen madurar y transitar de la infancia hacia la adolescencia. El final de la novela es esperanzador, y el autor lo representa con el fin del ciclo escolar, el inicio de las vacaciones y la llegada de la primavera, tiempo en el que Joel tiene tantas cosas que hacer en su bici nueva y con sus nuevos amigos.
El personaje del perro con lo que empieza la narración es una tierna metáfora que le sirve a Mankell para adentrarse en el mundo infantil y para salir de él con la idea de que seguramente por ahí ha de andar, en plena noche, camino a una estrella.