Me considero una lectora constante y más o menos informada de las novedades editoriales en cuanto a o que de literatura se trata. No obstante, y para mi sorpresa, no conocía ni había leído nada de Elena Ferrante, escritora muy conocida y celebrada entre mi círculo más cercano. Ante ello, me di a la tarea de
indagar sobre dicha escritora y a leer su novela La amiga estupenda (2012, Penguin Random House Grupo Editorial) en su primera edición en Debolsillo en México (2020).
Se trata del primero de cuatro volúmenes de la saga titulada Dos Amigas, cuyo título señala con claridad el tema que se aborda a lo largo de una tetralogía que, en realidad se trata de una sola novela de gran calado en cuanto a su extensión cronológica y a su voluminosa presentación física. La historia de las cuatro obras da cuenta de la vida de dos amigas que se conocen desde la infancia, y que a lo largo de 60 años sus vidas transcurren con altibajos en su relación afectiva, pero sin llegar a romper este vínculo de amistad que, por el contrario, y muy a pesar de las mil vicisitudes que comparten, se fortalece gracias a esas mismas circunstancias.
En el mundo editorial la saga Dos amigas ha sido un éxito de ventas a nivel internacional, pues las cuatro novelas que conforman esta historia escrita originalmente en italiano, ha tenido múltiples traducciones en idiomas de habla hispana, entre otros. Asimismo, la tetralogía de Elena Ferrante ha sido llevada a las pantallas de televisión en una ambiciosa producción que recrea la Italia posterior a la Segunda Guerra Mundial, teniendo como foco de interés la sureña y muy empobrecida ciudad de Nápoles, en donde la autora ubica la vida y obra de sus personajes centrales: Lila y Lena.
Lena, o Elena Graco, es el personaje que encarna a la amiga escritora que en un ejercicio de retro inspección suscitado por la desaparición premeditada de su amiga Lena, decide llevarle la contraria, pues si Lila quiere desaparecer “sin dejar rastro, volatilizarse, dispersar hasta la última de sus células”, Lena no va a permitir que se salga con la suya, por lo que “saqué el ordenador y me puse a escribir hasta el último detalle de nuestra historia, todo lo que quedó granado en la memoria”.
Con este planteamiento inicial, la autora que se hace llamar Elena Ferrante, y que de manera muy transparente se proyecta en el personaje de Elena Garro, la amiga escritora, inicia una historia que se desarrolla en un barrio napolitano pobre de los años cincuenta del siglo XX, en la que participan nueve familias y sus vivencias cotidianas narradas desde la mirada femenina de dos amigas que a pesar de vivir en un mismo entorno social y cultural, las circunstancias y el azar las lleva por caminos distintos, sin que ello sea obstáculo para que su amistad persista en el tiempo.
¿Qué es lo más destacable de esta tetralogía que vuelve famosa a su autora, que se oculta tras el seudónimo de Elena Ferrante? La respuesta tiene diversas aristas, según quien la exprese. En este caso, queridos lectores, les ofrezco el punto de vista de tres mujeres, incluido el propio. Y ya que se trata de una saga cuyo tema central versa sobre mujeres que son amigas, mi redacción periodística recurre a la misma táctica para comunicar mis ideas al respecto.
Para mi amiga Lucía, economista y lectora consumada, quien se declara entusiasta admiradora de Elena Ferrante —“me leí los cuatro libros de la saga, y el primer tomo me lo devoré de corrido”—, esta historia le trajo recuerdos de infancia, de cuando tenía 9 y 10 años de edad. “Me hizo regresar a mi infancia, a mis recuerdos con mis amigas de entonces. Eso fue lo que me atrapó de la historia en un principio. La relación de dos amigas diferentes entre sí, la idea de una amistad a prueba de todo, eso se me hizo muy conmovedor”.
Por su cuenta mi amiga Beatriz, comunicóloga y periodista universitaria, también destaca la facilidad con que la primera novela de la secuela —La amiga estupenda— logró atrapar su interés desde el principio: “el estilo, el cómo escribe. A pesar de que es una historia en que la narradora siempre está recordando, no se pierde el interés en ningún momento. La voz de Ferrante, que también es de Nápoles, está llena de recuerdos, de olores, de sabores, de texturas, está llena de cosas que guardan un equilibrio entre ellas, pues no llegan a ser empalagosas ni cursis. Es una memoria mesurada.”
Mi punto de vista es parcialmente semejante a las dos anteriores, ya que a mí también me pareció que el estilo narrativo de Ferrante es ameno y entretenido, las páginas de los gruesos ejemplares de sus textos se devoran sin darnos cuenta. Sin embargo, a diferencia de mis dos amigas arriba citadas, la literatura de esta autora italiana la encuentra anecdótica y en ocasiones contradictoria en la evolución de sus personajes, cuyos comportamientos y pensamientos me sorprenden por lo inesperado de su historia final. Por momentos, el desarrollo de la ficción no logra gran profundidad en sus personajes.
Por otra parte, cierta corriente crítica considera que la literatura de las mujeres tiene un estilo particular, de género, como bien subraya mi amiga Bety, que es una forma en que —a diferencia de los escritores del género masculino—, tenemos las mujeres para hacer memoria, de recuperarnos a nosotras mismas en cuanto a quiénes somos y cómo somos. De ahí la interrogante que expreso en el título a esta colaboración periodística: la literatura de Elena Ferrante, o de Anita Raja, que es su nombre verdadero, ¿es una literatura para mujeres? Por lo pronto, no tengo elementos para impugnar esta cuestión, por lo que se queda en el aire para una futura reflexión en este sentido. Por ahora, amigos y amigas lectoras, sólo los invito a descubrir la obra literaria de esta escritora contemporánea. @NohemyGarcaDual