En el marco de la celebración de los cien años del muralismo mexicano, y entre las paredes del por demás emblemático edifico de San Ildefonso, se abre al
público la exposición Un Cauduro es un Cauduro, (es un Cauduro), con la que también se le rinde un merecido homenaje al artista plástico Rafael Cauduro, en sus 73 años de vida.
Se trata de una muy interesante exhibición de más de 150 piezas de diferentes formatos, técnicas de ejecución y temáticas, que Cauduro ha realizado a lo largo de su trayectoria artística, desde 1976, cuando se llevó a cabo su primera exposición individual, a la fecha, en que se realiza la más completa muestra de la obra plástica y de la evolución estilística de uno de los muralistas mexicanos vivos con mayor reconocimiento en el mundo.
El título de la exposición, “Un Cauduro es un Cauduro (es un Cauduro)”, enfatiza la peculiaridad del estilo de este pintor, de tal forma que una vez identificada su forma de hacer arte, no hay lugar al equívoco. Su estilo es inconfundible por las temáticas que aborda, pero sobre todo por el “cómo” lo hace, es decir, destaca por la innovación en la aplicación de materiales y técnicas, y en la destreza alcanzada en sus más de 50 años de trabajo artístico.
Para los críticos de arte, el estilo de Rafael Cauduro se inscribe dentro de la corriente plástica del “Hiperrealismo”, tendencia radical de la pintura surgida en la década de los 60s que se caracteriza por ser obras de tamaño más grande al habitual, con la intención de que se puedan apreciar los rasgos que el artista quiere destacar; juego del color, la luz, los contrastes y las texturas para lograr que sus creaciones tengan “más fuerza y vida” que los modelos reales; y una tercera cualidad, dan especial cuidado al tratamiento de los detalles con el fin de crear imágenes cautivadoras que vayan más allá de la realidad en la que se inspiran.
Si bien Rafael Cauduro reniega de que se le encasille con la etiqueta de ser un pintor hiperrealista, él se reconoce a sí mismo como un “ilusionista del espacio”, o como un “simulador de la realidad”, puesto que lo que más le interesa es que sus obras irradien “sensualidad” y transmitan “emociones”. En palabras del propio Cauduro: “creo que los grandes cambios en la obra del artista llegan de forma no consciente, como magia. Es como una especie de magia, uno es como una esponja que absorbe una serie de estímulos del entorno y después los plasma en la obra. Todo lo que nos asombra de la realidad luego aparece en nuestras creaciones.”
En las seis salas que conforman la magna exposición “Un Cauduro es un Cauduro (es un Cauduro)”, el público visitante tiene la oportunidad de apreciar la evolución artística de este pintor de formación autodidacta, egresado de la carrera de diseño industrial de la Universidad Iberoamericana, que se inició como dibujante y que pronto transitó a la plástica y a la búsqueda de texturas fuertes con la experimentación de materiales nuevos y la mixtura de técnicas artísticas diversas. En Cauduro esta inquietud lo ha llevado a buscar sus materias primas no en las tiendas de arte, sino en las tlapalerías y casas de materiales de construcción.
Desde mi perspectiva, las salas más interesantes de la retrospectiva son las que resaltan el estilo ya maduro del autor, sus rasgos estilísticos más personales, por ejemplo, el delinear paredes deterioradas, carrocerías oxidadas, trenes monumentales derruidos con siluetas humanas que se translucen y entremezclan con el paisaje urbano en una sola composición artística de gran belleza y fuerza emotiva. O los desnudos femeninos sobrepuestos en paredes que muestran las huellas del tiempo y marcas de graffiti —garabateadas a modo de dibujos infantiles— de personas que se hacen presentes de forma anónima. En este mismo tenor el autor firma varias de sus obras con la frase: “aquí estuvo Cauduro”.
Otro rasgo característico de los trabajos de Cauduro es la recurrencia y recreación de los Tzompanti (plural de Tzompantli) prehispánicos, que se encuentran en pinturas pequeñas, en esculturas y en murales. Pero sin lugar a dudas, su obra más representativa, considerada como pieza maestra es el mural “Siete pecados capitales, una historia de la justicia”, pintado en las paredes y techo de la escalinata principal de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la CDMX, y cuya fiel reproducción se expone en la muestra a través de un video.
Este mural es realmente espectacular, tanto por sus dimensiones como por su composición y contenido temático. Fue pintado por Rafael Cauduro entre 2007 y 2008, y representa una dura crítica a los grandes pendientes de la justicia en México, que desde la visión del autor son: la corrupción, la tortura, la impunidad y el asesinato, entre otros “pecados capitales”.
La retrospectiva “Un Cauduro es un Cauduro (es un Cauduro)” se inauguró el pasado 24 de febrero y permanecerá abierta al público hasta el 26 de junio del 2022, periodo en que también se realizarán actividades complementarias referentes al autor y su obra. Sin temor a equivocarme, creo que esta retrospectiva de Rafael Cauduro será una de las exhibiciones más celebradas de los últimos años en nuestro país. Por ello, amigos y amigas, lectores, no se la deben perder.