El salvaje, una novela que sorprende

El salvaje (2016) posiblemente sea la novela más personal del escritor mexicano y guionista cinematográfico Guillermo Arriaga,

entre otras cosas porque en ella recrea vivencias de su niñez y adolescencia en el sur de la Ciudad de México, pero sobre todo porque en esta obra el autor da rienda suelta —literalmente hablando— a dos de los temas que ya lo han distinguido en el mundo del arte y la cultura: violencia y muerte, ambos llevados al extremo y, al mismo tiempo, confrontados con sentimientos y valores de amor y fraternidad igualmente expresados con suma intensidad en la vida de sus personajes.

Este juego de “alto contraste emocional” está presente a lo largo de las casi 700 páginas que conforman la trama de El salvaje, en donde Arriaga crea, de manera paralela, dos historias aparentemente independientes, pero que a medida que el lector avanza en su lectura va descubriendo o intuyendo posibles vínculos que terminan por converger en un mismo relato lleno de sorpresas, a pesar de los indicios intuidos.

Juan Guillermo es el personaje central de la primera de estas dos historias, y es quien a sus escasos 14 años de edad ya carga una profunda soledad y tristeza por ser huérfano de padre, madre, hermano y abuela; y todo esto contado en las primeras páginas de la novela. Sin embargo, ello es apenas el preámbulo de un relato contado en primera persona y con múltiples flash-back, cuyas ida y regresos en el tiempo, a medida que avanza la lectura, resultan cada vez más impactantes por lo íntimo de lo referido y por la minuciosidad con que el protagonista desnuda sus sentimientos.

La novela se ubica en la década de los setenta, en una Ciudad de México en la que los jóvenes de la época, como el propio Guillermo Arriaga, pasan su tiempo libre en las azoteas de las casas de su colonia, donde nadie los molestaba, y a donde “después del desmadre del 68, de la matanza de estudiantes en Tlatelolco y de la paranoia comunista del gobierno,” no entraban las “Julias (camionetas policiales del gobierno) que te apresaban bajo cargos de vagancia y sedición”, a decir de Juan Guillermo, protagonista que desde su nombre, ya nos adelanta una de las muchas similitudes que comparte con el novelista.

La segunda historia se recrea en un espacio totalmente distinto y distante a la anterior, en las lejanas praderas nevadas del oeste de Canadá. Ahí se localiza el pueblo originario de los Inuits, comúnmente conocidos como esquimales, y donde habita Amaruq, un cazador obsesionado con atrapar a un gran lobo gris llamado Nujuaqtutuq fijación que lo lleva a vivir experiencias al límite en un entorno geográfico de por sí extremo.

Por muy extraño que parezca, esta segunda trama también tiene nexos vivenciales con Guillermo Arriaga debido a su afición por la cacería, inclinación que de alguna manera parece estar presente en su estilo literario y que impregna en el carácter de muchos de los personajes centrales de sus obras. Al respecto, el autor reflexiona así: “me gusta cazar porque es un rito muy profundo que enfrenta la vida con la muerte, la belleza con el horror. La caza acerca a la verdad de las cosas. Todo mi trabajo es sobre la caza y todos mis personajes se comportan como cazadores.” En esta lógica cobra sentido el título de la novela, El Salvaje, que aborda dos historias y dos protagonistas en lucha permanente por sobrevivir en entornos hostiles y aspiran a la libertad.

Una peculiaridad más de El salvaje es la experimentación que el autor hace en esta obra en torno a un juego creativo de formas y contenido entre el lenguaje escrito y la hoja de papel en que se plasma esta historia, ya que el autor se esmera en hacer evidente el sentido semántico de las palabras con una representación gráfica de las mismas haciendo uso de los recursos que la imprenta le ofrece. Por ejemplo, espacios en blanco, tamaños distintos de letras, con tipografías entremezcladas, repeticiones de palabras, separaciones inusuales de grafías y todo ello con la idea de asociar el sentido de la noción semántica con su representación gráfica como escritura.

El salvaje obtuvo el Premio Mazatlán 2017, y para el año 2021 ya registraba su novena reimpresión, lo que de alguna manera nos advierte de la buena acogida de la novela entre el público lector de habla hispana.

Por otro lado, vale apuntar que Guillermo Arriaga también ha sido reconocido como un brillante guionista cinematográfico, ganador de diversos premios, entre ellos el de Mejor Guion 2005, en el Festival de Cannes, por la película Los tres entierros de Melquiades Estrada; y más recientemente, en 2020, el Premio Alfaguara de Novela, por Salvar el fuego.

Nohemy García Duarte

@NohemyGarcaDual